Son fechas de marisco. Centollos, vieiras, camarones, almejas, langostinos…quien más quien menos intentará ponerse delante de un buen plato de estos moluscos y crustáceos. Personalmente, dado que mi querida madre ya intenta cocinar percebes o nécoras a lo largo del año (gracias mamá), que es cuando resultan más baratos, tampoco voy a tener especial ganas. Es lo que tiene ser gallego, tenemos marisco todo el año.
Pero centrando el tema, me gustaría hablaros un poco de percebes y mejillones, porque me brindan la excusa perfecta para aclarar uno de los errores de razonamiento económico más comunes: la relación entre precios y costes.
Y es que la mayoría de la gente suele pensar intuitivamente que el precio de un bien depende de lo que ha costado producirlo. En otras palabras, si un bien es muy caro, es porque los empresarios se han gastado mucho dinero para sacarlo al mercado (ya sea en materias primas muy caras, o en muchos trabajadores trabajando muchas horas).
Un error muy del siglo XIX (como otros tantos), en el que se esconde una absoluta falta de comprensión de los procesos de mercado, y que tiene unas implicaciones enormes. A los causantes de este embrollo, como este, este o este, se lo podemos perdonar. A ti, que eres del siglo XXI, no.
Partiendo de la base de que es ciertamente complicado explicar este problema en un sólo post (y por ello mi intención es dedicarle al menos otro dos más en un futuro), creo que para que captes la esencia de la equivocación bastan unas cuantas líneas. Veamos.
Por una parte, es obvio que existe cierta correlación entre precios y costes: cuando un empresario ofrece un producto a un determinado precio, obviamente tiene la expectativa de cubrir (como mínimo) los costes de producción. De hecho, aquellas empresas que no los cubren entrarán en pérdidas y desaparecerán. Y por ahí viene el despiste.
Con un ejemplo personal lo entenderás. Los mejillones.
Aquí tenéis el complejo proceso de producción. En pocas palabras, complicado y costoso, como todo en esta vida. Y ahora tengo que deciros que soy alérgico a ellos (me producen asma), por lo que os será muy fácil imaginar qué sucedería en un mundo poblado sólo de alérgicos al mejillón. ¿pagaríamos algo, en un mundo lleno de manueles alérgicos, por los mejillones? Obvio que no.
La misma idea: ¿alguna vez habéis visto a un asiático comer percebes? Pese a ser de los mariscos más sabrosos y cotizados en España, en China no piensan lo mismo precisamente…y en cierto modo es lógico (siempre he pensado que su aspecto no tiene nada que “envidiar” al de una cucaracha). En todo caso, mejor para nosotros.
Entonces, creo que ya podemos concluir que, en realidad, da igual cuanto haya costado producirlo, si el producto final no satisface al cosumidor! He puesto un par de ejemplos extremos, pero seguro que a ti se ocurren otros mejores: cocinar pasteles de barro, producir coches hechos de plastilina o vender sofás con púas (a no ser que seas faquir, nadie pagaría ni un euro por tu sofá).
En jerga científica, diríamos que correlación no implica causalidad. La causalidad, en este caso, resulta ser justo al revés de como pensaban los economistas clásicos del siglo XIX: son los costes de producción los que de alguna manera dependerán de los precios finales, porque ningún empresario estará dispuesto a pagar por los factores de producción (materias primas, salarios etc.) más de lo que piensa que obtendrá de sus clientes que pagarán por el producto final.
Como decía más arriba, volveré a este tema más adelante, que queda mucho por aclarar. Por lo pronto, si tenéis la suerte, disfrutad del marisco. Y si os acordáis de mí (con un segundo me llega) mejor 🙂
Ah, y Feliz Navidad.
Percebes y mejillones by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.
Tío menuda decepción de post, has empezado muy bien y te has quedado en nada. Al final te has venido a bajo y nos sabdi terminar el post. Me pareceun tema interesante del cual pueden derivar temas como comunity manager, branding, etc etc. Espabila, que sino voy a ser de los pocos que te leen y comentan.
Hola Alejandro,
Decirte en primer lugar que me entristece que te haya resultado una decepción. Supongo que la teoría económica es aburrida, o no he sido capaz en este primer post de hacértela más atractiva. Mi intención es abarcar una gran variedad de temas, por lo que sí que corro el riesgo de no ser leído como no lo haga muy bien. Quiero pensar que es un reto muy grande, y a muy largo plazo.
De todas formas, más que nada he respondido porque todavía tenía que comprobar cómo se visualizan las respuestas. Para que veas lo verde que estoy aún. Las objeciones de “forma”, recomendaciones, sugerencias y demás, agradecería que se me comunicasen por la página de contacto.
Por aquí, me gustaría centrarme en responder las objeciones de fondo del asunto concreto. Efectivamente, el branding es un canto moderno a la Teoría Subjetiva del Valor, que introduje sutilmente en este post.
Un saludo 🙂