Un señor rico de esos, empresario jubilado, llamó el otro día al Ministerio de Sanidad. Quería regalar 320 millones de euros. Proponía comprar tropecientos aparatos oncológicos de esos que te pueden salvar la vida.
La respuesta en la calle patria, la de esperar. Para empezar, maldito desgraciado. Que cómo te atreves a regalarnos tan poco. Teniendo 70.000 millones in the pocket, tú lo que eres es un desgraciado. Venga, estírate. Para seguir, te cuentan, linces ellos, que en todo caso todo es una artimaña para no pagar los impuestos que debería. Mucho más nos debes.
Al final, eso sí, el paquete se recogió. No vaya a ser que el escurridizo anciano se arrepintiese de gastar su dinero en salvar miles de vidas, claro.
Efectivamente, 320 millones no son suficientes para buena parte del pueblo. Al socialista, ya se sabe, nada le vale. Nada nunca le será suficiente mientras que hablemos del dinero de otros, especialmente del de los ricos. Sin crear riqueza, sin que ninguno de ellos fuese capaz de generar 320 millones para regalar ni en mil vidas que tuviera, quieren más. Ahí están, ahí los tienes, curiosamente legitimados para determinar cómo debería repartirse una riqueza que no han generado, que no es suya.
Veamos.
El argumento mezcla un poco de todo. Como siempre. Lo habitual. Mintiendo y diciendo verdades a medias, uno vuelve a dudar si es ignorancia supina, bajeza moral, o pura ceguera ideológica. Entre los disparates e injusticias que se emanaron, que fueron muchos, hoy sólo me centraré en los dos más absurdos. El engaño numérico y el asunto tributario.
Primero. Con los números de marras se nos engaña diciéndonos que el leonés tiene tanto que dar que para él una donación de 320 millones equivale al 0.32% de su sueldo. Así, nos ponen una equivalencia: si el señor cobrase 18.000€, donó 81. ¡Vaya rácano! Lo dicho, un Scrooge de libro.
Bueno, la tontería (o la maldad) matemática es supina.
Créanme que no disfruto mucho teniendo que explicar esto. Que esto es de Economía 101, vaya. Entendible por cualquier chaval estudiante de la ESO. Se confunde, desconozco si consciente o temerariamente, una variable flujo con otra stock.
Una variable flujo, como un sueldo, nos informa de periodos. Lo ganado en un año, vaya. Por el contrario, una variable stock (patrimonio), nos cuenta sobre el total acumulado en un determinado momento del tiempo. No se pueden comparar.
Por lo pronto, es que ni siquiera acertaron con el patrimonio del padre de Zara, esa criatura que nos viste a media España larga. Esos 70.000 tan sólo son una estimación. Y como tal, que Amancio posea una fortuna estimada de 70.000 millones de euros no significa que Amancio Ortega tenga 70.000 millones de euros en dinerito fresco para regalar ni muchísimo menos: lo “único” que tiene es un 60% de las acciones totales de una empresa que vale aproximadamente 100.000 millones en bolsa, entre otras cosas (inmuebles principalmente).
Pongamos un ejemplo un poco extremo para entender la volatilidad de esta “riqueza”.
Si mañana Pablo Iglesias llega al poder y, conociéndose su gusto por la ropa del Carrefour y su odio a los ricos, anuncia que expropiará en el próximo mes a Inditex, el precio de las acciones se desplomaría. Teniendo el mismo número de acciones, su riqueza podría pasar de 70.000 millones a 10.000 en un minuto. Bluf. De repente Amancio es un 85% menos rico.
Pongamos otro.
Si desde Arteixo consiguen poner de moda camisetas masculinas casi transparentes (cosas veredes) cuyos costes de producción son absurdamente baratos, convirtiéndose en fenómeno mundial, quizás el valor de las acciones suban en cuanto se presenten resultados. De 70.000 a 80.000, un 14% más rico.
Por tanto, ya de primeras habría que tener cuidado antes de decir que el anciano tiene tantos millones para regalar. Porque no los tiene.
De todas formas, cuestiones metodológicas a parte, como decía la comparación sigue siendo tramposa. Vayamos a la variable flujo pues, el “sueldo” de Amancio Ortega en cuestión. Jubilado, el hombre aún ganó 1.108 millones de euros de dividendo el año pasado. No está mal, no.
Entonces, incluso asumiendo que no paga ningún tipo de impuesto de IRPF/IS, milloncejo arriba milloncejo abajo, el asunto quedaría en una donación equivalente a un 28% de su último sueldo. Vaya.
Claro que ya sé que a más de uno seguiría sin llegarle. Aquel que no donaría ni un 10% del suyo es capaz de exigir a Ortega donar voluntariamente un 50%, 60% o directamente todo lo que gane. Porque es rico, y eso, aquí, es imperdonable.
Tanto es así que entonces llega el segundo argumento. La deseabilidad de pagar impuestos y olvidarse de las donaciones voluntarias.
Sobre este profundo error de vituperar la caridad e irse de “solidarios” por dejarse robar, ya se habló un poco aquí.
“…los impuestos son el precio que pagamos por no construir una sociedad civilizada. Cuanto mayor sea el nivel de impuestos, mayor es el fracaso.
Un estado totalitario planificación centralizada representa una derrota completa para el mundo civilizado, mientras que una sociedad totalmente voluntaria representa su éxito final.
“. – M. Skousen
Es perfectamente lógico y perfectamente compatible con la socialdemocracia que un Estado incentive y te perdone impuestos si realizas donaciones voluntarias. Una cuestión de pura justicia: al fin y al cabo, si el Estado te va a confiscar igual, qué menos que te confisque un poco menos si voluntariamente ya ayudas a la sociedad. Lo dicho, pura justicia. Ya sea Amancio o el último de sus empleados el que lo haga.
Por lo que esto es para que se fuese con su dinero a la Conchinchina y nos sigamos muriendo de cáncer, como ese anciano de Burela que se tenía que desplazar todas las malditas semanas a Coruña a recibir su tratamiento porque en Lugo no había la máquina que desesperadamente necesitaba.
Por desagradecidos, mentirosos y/o resentidos.
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