Otro clásico de Enero es el Informe Oxfam.
Es algo que me supera.
No me hace falta menospreciar, que de hecho nunca lo haré, el trabajo que realiza esta ONG británica (u otras muchas), para denunciar que este documento es ignorancia de primer nivel. De hecho, desde aquí hago un humilde llamamiento a que se dediquen a precisamente lo que más saben: proporcionar ayuda desinteresada. Pero que se dejen de análisis económicos, cuando ni la Riqueza saben medir. Aunque me temo que les importa un (…), dado que, año tras año, son inmunes a las críticas de grandes economistas internacionales.
De todas formas, no quiero entrar a cuestionar la metodología con la que miden la Riqueza, ni atiborrar esta entrada con números, estadísticas o gráficas. Como decía, ya hay gente mucho más preparada que un servidor desmontando todo esto.
Por mi parte, tengo la convicción que hay una manera más accesible de exponer el problema. Vayamos al tajo.
De la física de Bachillerato sabemos que la que la Energía no puede crearse ni destruirse, sino que se transforma. Es la llamada ley de la conservación de la Energía. De física se muy poco, pero hasta ahí creo que llegamos todos.
Una burda adaptación de esta ley de la conservación a la Economía fue la conocida como el dogma de Montaigne, el cual afirmó que “la ganancia de un hombre es el daño de otro; ningún hombre se beneficia salvo con la pérdida de otros”.
De ahí, pues, se infiere lo del vídeo: los ricos cada vez son más ricos y, los pobres, más pobres. Una peligrosa gilipollez, si bien con un halo de verdad que lo confunde todo.
La esencia del dogma es rotundamente falsa. La Riqueza no es Energía, la riqueza se puede crear, y también se puede destruir. Tatúate esto en el cerebro: si A crea una riqueza es porque antes no existía. Ergo, la pobreza de B no es por culpa de A.
Por tanto, lo primer que hay que dejar claro es que la pobreza es el estado original, el punto de partida. La pregunta “¿qué causa la pobreza?” resulta entonces ser un sinsentido, si bien sí podríamos decir que el robo, las guerras o las catástrofes causan pobreza, o mejor dicho, destruyen riqueza. En realidad, la única pregunta realmente inteligente que se ha de hacer es: ¿qué causa la prosperidad?
Siendo muy simple, que no simplista, la magia se encuentra (y siempre se encontró) en los intercambios voluntarios.
Cuando vas a Ikea, a Zara o a la panadería de la esquina, intercambias dinero por bienes o servicios. La única razón por la que voluntariamente generas esos intercambios es porque (ex ante) valoras más los bienes que recibes que el dinero que das. De lo contrario, el intercambio no se produciría. Y eso, precisamente eso, es la fuente riqueza.
Si sólo nos fijamos en el lado monetario del trueque, como hace esta ONG, sí que se podría decir que Amancio Ortega o Ingvar Kamprad (IKEA) son mucho más ricos que cualquiera de sus clientes. Pero ¿y las miles de camisetas, pantalones, mesitas de noche o armarios que hemos adquirido? Menuda trampa olvidarse de eso.
Concederé algo.
Bajo esa defectuosa definición de “riqueza”, sí que es cierto que el libre mercado causa desigualdad económica, pero no pobreza. Nunca pobreza. La desigualdad, lejos de ser un defecto, se convierte entonces en la mayor virtud. Bendita desigualdad.
Si tu calidad de vida está aumentando (por poco que sea) gracias a los donuts, la cocacola, tu nuevo smartphone, esa sudadera que compraste a 10€…etc.etc y si, además, dándole más perspectiva, cualquiera de nosotros vive indudablemente mejor que nuestros padres a nuestra edad, por no mencionar a nuestros abuelos (vivimos mejor que John D. Rockerfeller, el hombre más rico del mundo hace 100 años)… ¿qué importa que la riqueza de otros esté aumentando más?
Visto desde este enfoque, luchar contra la desigualdad económica (así, per se, a secas), más que un valor moral digno de defensa, se parece más a la envidia. Una envidia inocente, eso sí, oculta entre unas engañosas consignas que hacen creerte que los ricos roban a los pobres. Nada más lejos de la realidad.
Bien analizada, no deja de ser la idea de que si tú tienes 100 y mañana tendrás 102, pero tu compañera tenía 100 y mañana tendrá 120, prefieres quedarte como estás antes de tolerar el éxito ajeno.
Entierra a Montaigne. Ni Amancio Ortega es más rico a costa de nosotros, ni España es más rica a costa de Burkina Faso.
Algún día volveré con Oxfam. Sí…se me acumulan cosas.
Oxfam, tú otra vez. by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.
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