Abro hoy una nueva sección en el blog con una finalidad muy clara: que no os dejéis engañar por la numerología económica. En concreto, este primer capítulo tratará sobre la graciosa métrica del paro.
En Economía, hoy en día parece que ya no hace falta estudiar y acumular conocimientos hasta llegar a la mediana edad. Cualquiera persona puede descargarse un software econométrico, ir a las bases de datos y comenzar a decir barbaridades “empíricas”. Y los llaman economistas igualmente. Cualquiera que tenga una inteligencia normal puede aprender a manejar un paquete matemático-estadístico para las Ciencias Sociales y, bajo un aura de cientificidad, proponer “modelos” empíricamente “contrastados” que son un auténtico despropósito lógico. Este es, hoy en día, el estado de la Economía o “Econometría”.
En el camino econométrico, son varios los errores metodológicos que se suelen cometer y que son de por sí insalvables si es que quieres hacer Ciencia. Sencillamente, si cometes alguno de ellos, tus estudios necesariamente carecen de utilidad científica porque están viciados de partida.
Es más, incluso muchas veces no hace falta llegar a construir un modelo para desmontar de antemano todas estas chapuzas que quieren hacerte pasar como la más alta ciencia. Y es que el primero (y más común) de los errores econométricos ya debería ser una estocada mortal a cualquier pretensión científica. Es del que hablaremos a continuación.
Muchas variables económicas relevantes ni siquiera se pueden medir correctamente, porque muchos conceptos económicos son por definición puramente subjetivos (en el sentido de que dependen de cada sujeto en su situación particular).
Esta es una verdad elemental que el economista de turno convenientemente te buscará ocultar, porque en el momento que te objetiviza el fenómeno creando una variable que “aproximadamente” se acerque a lo que la teoría económica quiere decir, se pierde precisamente la conexión con la Realidad.
Son métricas muy (pero que muy) engañosas. Medias verdades, medias mentiras, no reflejan la Realidad, sino que la atisban muy de lejos.
Como la medida del “desempleo”.
Aparentemente, el paro es algo muy sencillo de definir. “Población que no trabaja” sería nuestra primera aproximación. Evidentemente eso de “población” a secas no es muy riguroso. Se tuvo que refinar, teniendo en cuenta que niños, ancianos y otros colectivos no están en condiciones de trabajar. Así se llegó a un concepto de “población activa”, es decir, personas en edad de trabajar, mayores de 16 años.
Salvado este pequeño obstáculo, se nos dice que el paro lo forman la parte de la población activa que no tiene empleo y que están buscando uno. La EPA establece unos criterios que en teoría aclaran más este concepto:
- Ha estado en contacto con una oficina pública de empleo con el fin de encontrar trabajo.
- Ha estado en contacto con una oficina privada (oficina de empleo temporal, empresa especializada en contratación, etc.) con el fin de encontrar trabajo.
- Ha enviado una candidatura directamente a los empleadores.
- Ha indagado a través de relaciones personales, por mediación de sindicatos, etc.Se ha anunciado o ha respondido a anuncios de periódicos.
- Ha estudiado ofertas de empleo.
- Ha participado en una prueba, concurso o entrevista, en el marco de un procedimiento de contratación.
- Ha estado buscando terrenos o locales.
- Ha realizado gestiones para obtener permisos, licencias o recursos financieros.
Pues bien. Con esta definición arbitraria no se mide la realidad del paro económico. Se mide algo parecido al paro.
Con tres ejemplos espero que se comprenda.
El primero, una persona que ha estado trabajando 10 años y que se va voluntariamente al paro, porque puede estar cómodamente viviendo de sus rentas pasadas una temporada mientras que quede registrado como buscador de empleo. Al mismo tiempo, otra persona desesperadamente busca un empleo cuanto antes para pagar la hipoteca. Aunque estas situaciones son muy distintas, se computan igual a efectos estadísticos.
Multipliquen esto por un millón. La no ponderación (la imposible ponderación) de este fenómeno subjetivo hace que “la cifra del paro” nos diga menos de lo que nos quieren hacer creer.
Otro ejemplo clásico es la otra cara de la moneda…
Se suele tácitamente asumir que todos los empleados están colocados en los empleos para los que se han formado. Todo lo contrario, en cualquier economía existe con toda seguridad un gran porcentaje de población que trabaja, sí, pero en sectores en los que no les gustaría estar o para los que no se han formado. Personas que se cambiarían de trabajo en cuanto pudieran.
Por pura necesidad o por otros factores personales, estas personas computan como empleadas y nos transmite una sensación de bienestar económico “general” que en realidad no sería tal, pero que no es medible. La composición por sectores de la fuerza laboral, que es mucho más importante, no se refleja en el número.
El tercer ejemplo es el más importante de entender.
Supongamos que un hombre tiene un empleo de directivo en un banco. Un sueldazo que da para mantenerse él, a su mujer que decide no trabajar y a sus 2 hijos que van a la universidad. Un día, lo despiden. La familia empieza a tener dificultades.
Entonces, no solo él, sino que tambén su mujer y sus dos hijos empiezan a buscar trabajo. Como consecuencia de que una persona haya perdido su empleo, cuatro personas están ahora “ paradas” . De esta forma, el “paro” puede crecer mágicamente más rápido de lo que descendió el empleo.
Y viceversa. Siguiendo con nuestro ejemplo, imaginen el efecto contrario que se registraría en cuanto el padre vuelva a encontrar un trabajo bien pagado. Que la suma empleados + parados no sea constante destroza cualquier pretensión científica.
Es más ¿Al fin y al cabo, que es un “trabajo”? Lo que cada uno considere oportuno. La noción de desear trabajar puede interpretarse en relación con las horas de trabajo al día que quieres trabajar; los tipos de salario y muchas otras variables que cada uno valora en cada tiempo y lugar.
De hecho, porque definir “objetivamente” el paro es complicado, definir objetivamente “un trabajo” da lugar a otra tanda de genialidades estadísticas. Por ejemplo, una persona puede computar dos o tres veces como ocupado por la temporalidad de su trabajo.
Corregir todo estos errores es sencillamente…imposible. Como el paro es una idea inherentemente subjetiva, al pretender medirlo ya está comietiendo un error metodológico en sí mismo: cualquier medición es científicamente falsa.
Como la propia definición de la variable “paro” es subjetiva, un fluctuación de la misma podría ser explicada por causas que existen pero que el científico nunca podrá explicar en términos cuantitativos. Por tanto, los modelos cuantitativos que se construyan con esa variable son inútiles (por no decir otra palabra) de partida. Es como si alguien te hace creer que se puede pintar un Van Gogh con una brocha gorda.
Pues este es sólo ha sido primer ejemplo de “rigor” científico que abunda entre los “economistas”.
Feliz fin de semana.
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