“Cuando las personas están maduras para un movimiento de masas, normalmente están maduras para cualquier movimiento operante, y no solamente para uno con una doctrina o programa particular. En la Alemania pre-hitleriana era cuestión de azar el que un joven inquieto se uniese a los comunistas o a los nazis. En la superpoblada Rusia zarista, la población judía estaba madura tanto para la revolución como para el sionismo. En la misma familia, un miembro se unía a los revolucionarios y el otro a los sionistas. El Dr. Chaim Weizmann cita una frase de su madre en aquellos días: “Suceda lo que suceda, estaremos bien. Si Shemuel [el hijo revolucionario] está en lo cierto, viviremos felices en Rusia; si es Chaim [el sionista] el que tiene razón, iremos a vivir a Palestina” 1