฿endito problema

Se preguntaban el otro día por la casa del liberalismo castellano si el Bitcoin es irremediablemente volátil. Entre líneas subyacía ni más ni menos que la pregunta del millón (de Satoshis): ¿será el Bitcoin Dinero algún día?

La dichosa cuestión, planteada por uno de esos expertos en Bitcoin del que tanto un servidor ha aprendido, dejaba entrever que la respuesta que se estaba preparando en la cocina tendría en realidad poco que ver con las propiedades tecnológicas de la criptomoneda en sí misma, ampliamente conocidas por el autor, si no sobre qué es el Dinero en realidad. Y así fue.

Muy a mi pesar, mi tocayo concluiría que éste no podrá alcanzar nunca el grado de moneda. Por mi parte, intentaré demostrar cómo esta es de algún modo una conclusión necesaria vistas las confusas premisas neoaustriacas (si se me permite la expresión) que circulan por la capital. Pero incorrectas, claro.

Comencemos.

El escenario

Se pide al lector que se dé un salto al futuro, concretamente hacia un hipotético escenario “donde Bitcoin ya es ampliamente conocido y la demanda de Bitcoin se ha estabilizado [sic] en un porcentaje más o menos constante de la producción global”. En otras palabras, por el lado de la Oferta se puede asumir a efectos prácticos que el Bitcoin estaría asindóticamente minado en su totalidad.

Dado este escenario, el autor refuta antes de nada la idea de que la volatilidad actual pueda ser de algún modo extrapolable a la que poco después se plantea: hoy en día, la volatilidad se explica por el mero proceso de descubrimiento y/o especulación de un bien en el que no todo el mundo, ni siquiera todos sus actuales propietarios, están plenamente convencidos que será el Dinero del futuro.

Sabemos, no obstante, que esta no es la volatilidad que el autor teme, dado que él mismo se encarga de repetir que bajo su escenario la demanda se ha estabilizado. Para él, el problema inicial que se le plantea es que, si la demanda se mantendrá estable en relación a una producción global creciente siendo su oferta fija, entonces el precio del BTC sufrirá una revalorización constante.

Si el artículo se acabase aquí, no habría mucho más que añadir porque la lógica es impecable: dada las tres premisas (oferta fija, demanda estable, producción creciente), se equivale meramente revalorización con volatilidad.

No obstante, el autor hace luego un salto confuso para concluir que por tanto el Bitcoin no podrá ser Dinero. Esto resulta muy difícil de aceptar.

Históricamente, este fenómeno no haría más que replicar lo ya registrado en los Estados Unidos del siglo XIX, bajo el patrón oro, donde la moneda ciertamente sufrió deflaciones agresivas respecto a la producción global. Cierto es que aquí el autor replicará que el fenómeno no es del todo comparable (pero si lo es, ahora mismo explico porqué).

Por otro lado, el planteamiento teórico inicial (que desmenuzaremos ahora con calma) debería chirriar al lector ya desde su inicio: nótese que el autor mismo acababa de pedirnos como premisa de partida de su escenario que “la demanda se ha estabilizado” para luego demostrar…¿que su demanda no será estable?

Se le hará complicado convencerme. 

El oro no es elástico

La complicación se hace del todo evidente cuando se presenta al Oro como el bueno de la película. ¿Cuál es la diferencia fundamental del Oro frente al Bitcoin, a juicio del autor? Su elasticidad. Más concretamente, estando el “coste de producción” del Bitcoin ligado al precio por protocolo, no goza de esa “especulación estabilizadora” que el Oro disfrutaba.

Concretamente, se dice que bajo un patrón oro, si “el precio sube muy rápido [sic] y se aleja mucho de los costes de producción, un minero puede vender futuros del oro con vencimiento a un año a un precio muy superior a sus costes. Estas ventas de futuros frenarían la escalada del precio manteniéndolo estable”. Así, diría luego para el autor, “su elasticidad a largo plazo es casi perfecta, es decir, lo suficientemente rígido y lo suficientemente elástico”.

Esto sencillamente no es cierto y/o no tiene sentido, por mucho que se esfuercen los hijos del Cato (permítanme la licencia literaria). En primer lugar, no hay nada de especial en el mecanismo descrito. La producción “auto regulable” del Oro es similar a la de cualquier otro bien, porque como cualquier bien o servicio de una economía, se rige por la misma ley de precios y consecuentes arbitrajes. El precio del Oro, como también el de la Plata, el Cobre o las patatas está sometido a la misma dinámica productiva/especulativa. Los tiros no van por ahí.

Más bien, entre los bienes candidatos a Dinero (bienes fungibles, portables, no perecederos y divisibles) el Oro emergió como tal justamente al descubrirse que su mecanismo de producción resultaba relativamente más rígido respecto al resto de bienes. Diría más. Se puede afirmar que cualquier proceso de monetización en todo tiempo y lugar emerge de esta vital diferencia: siempre se impone como Dinero(s) aquel bien(es) entre los dinerables que sea más complicado de producir. En el caso concreto del Oro del siglo XIX, basta con repasar la contienda histórica con la Plata.

Un paréntesis crucial. Para algunos autores este teorema implicó una contradicción teórica algo inquietante: si el Dinero Ideal es siempre el relativamente más rígido (= oferta monetaria lo más fija posible), la libre producción de moneda parecía presentarse como una suerte de fallo de mercado, dado que cualquier incremento de su producción no maximizaría el bienestar social. Esta idea chocaría de pleno con otra conclusión fundamental de la Economía que viene de a decir que el proceso de mercado, en tanto que sucesión de intercambios voluntarios, siempre aumenta el bienestar social.

Lo que hemos adelantado un poco más arriba debería servir al lector para visualizar que estos autores (Rothbard quizás el mayor pecador) estaban poniendo el carro delante de los caballos: sin la libertad de producir en primer lugar, es imposible saber de antemano cuál es el dinero más rígido. En otras palabras, aunque la rigidez del Oro no era absoluta, el Mercado descubre que esta era la mejor que había, precisamente gracias a la libertad de producción que estresa su cantidad a su máximo tecnológico.

Dado que el Oro no es elástico, tampoco “estable” (con comillas)

En segundo lugar, dado que acabamos de afirmar que el Oro no es especialmente elástico, tampoco podemos defender aquí que nuestro preciado metal fuese “estable”, al menos en el sentido del término utilizado por el autor. Irónicamente, el artículo se ha visto obligado a irse por las ramas para casar el Oro con este concepto de “estabilidad”.

Así, el autor efectivamente nos explica cómo los instrumentos derivados, en tanto que fuentes secundarias, ayudaron a cierta estabilización del precio del Oro. Otra vez, este mecanismo no tiene nada de intrínseco al Oro. Es una realidad muy general (y bastante homogénea) a todos los mercados.

Mientras tanto, se olvida que habría maneras mucho más fáciles y directas de alcanzar la “estabilidad” de un Bien ante un aumento repentino de su Demanda: ¡siempre se podría aumentar su producción primaria! Evidentemente, esto es justo lo que con el Oro no era posible.

El autor nos comenta luego en los comentarios que el Oro es en realidad “suficientemente rígido a corto plazo y lo suficientemente elástico a largo”, lo cual es una huida hacia delante. Repetimos, si el objetivo del Dinero fuese su “estabilidad”, la solución más elástica tanto a corto como a largo sería lo ideal. Quizás la “estabilidad” no sea el fin del Dinero.

El Bitcoin no es Oro, es mejor

Antes de entrar de lleno con el concepto de Estabilidad, sigamos un poco más con el artículo. Se nos continúa brevemente advirtiendo que se producirá un caso parecido al que sufrió el Oro durante los sesenta, por el cual cada vez se supone que habrá más deudas denominadas en Bitcoin mientras que la cantidad de Bitcoin reales se mantendría fija, haciendo el boom inevitable.

Esta comparación me resulta cuanto menos extraña en dos sentidos. El shock de los sesenta fue resultado de un privilegio exorbitante (un déficit sin lágrimas, que diría Rueff) de la FED a costa de los ciudadanos, no de las propiedades inherentes del Oro como moneda. Curiosamente, en este sentido el Bitcoin nace para asegurarse que los bancos centrales al menos no puedan volver a cometer el atropello que por desgracia permitía el (ya altamente manipulado) patrón dólar-oro.

En otras palabras, se nos argumenta que el Bitcoin tiene un problema político-regulatorio parecido al que tuvo el Oro, cuando precisamente ha sido (en parte) creado para solucionarlo.

Como segunda intentona mucho más interesante, se dice que incluso sin realizar una emisión exagerada o imprudente, estamos ante “una unidad de cuenta que no es naturalmente estable” a causa de la falta de reserva fraccionaria, ergo el sistema sería inviable por caro y poco eficiente.

No podemos pararnos aquí a hablar de reservas fraccionarias y otras cajas de Pandora. Pero no hará falta a efectos de la réplica, dado que primero se nos está exigiendo la “estabilidad” como ideal y la teoría económica no lo hace. O si alguno cree que lo hace, habría que hablar de ello.

La “estabilidad” no es importante per se: es mera consecuencia.

El error fundamental del artículo nace de una serie de ideas subyacentes entre free bankers y/o ‘price level stabilization theorists’ que afirma que el Buen Dinero es aquel cuya Oferta fluctúa conforme a “la Demanda del mercado” (primera derivada), mientras que esta fluctuación sea “estable” (segunda derivada igual a cero).

Este es un error de concepto. El Buen Dinero ha de transmitir información veraz a lo largo de la red de intercambios, no necesariamente información “estable”. El precio del Dinero es “estable”, sólo si es consecuencia de una economía que lo es en primer lugar.

Podríamos pasar horas en este punto porque es fundamental. Nótese mi utilización de las comillas: para el autor la Estabilidad del Dinero parece una mera función de precios.

Poco que escarbamos en esta idea encontraremos una contradictio in terminis irresoluble. Cada precio del Mercado depende de valoraciones subjetivas de las partes cuyas fluctuaciones no se pueden prever, respecto al Dinero. Pedir que el Dinero tenga precio estable también, es un sinsentido teórico. El Dinero es la unidad de medida. Para eso es Dinero.

Sería como argumentar que, para que todos los árboles midan “2 metros”, se deba ir cambiando la misma definición de metro de un día para otro. Además, mi metáfora simplifica el problema sobremanera, que es mucho más complejo: la estabilidad de precios no es computable

¿Estabilidad de qué bienes, respecto a qué bienes, y para quién? No hay nada teóricamente deseable en la “estabilidad” de precios, una moneda “elástica” es una aberración teórica que choca de lleno con la idea elemental de cálculo (a secas). Así, la única Estabilidad que puede aceptarse es la del ratio entre cada unidad monetaria y su oferta total: esta es la certeza métrico-científica que nos permite realizar el cálculo económico.

Desafortunadamente, algunos economistas aceptan con naturalidad este hecho: manipular sin rigor sus propias unidades de medida, engañando al personal con métricas muy precisas en su formulación, pero muy lejanas del rigor científico.

No es una exageración afirmar que todos los problemas de la Economía provienen de no comprender plenamente la función del Precio, su dinámica y las consecuencias de su manipulación, tanto a corto plazo (mera redistribución de la riqueza real, à la Cantillon) como sobretodo a largo (afectación de la estructura del capital).

Con Bitcoin hemos finalmente obtenido un Dinero puro, en el sentido de que no ha necesitado tener demanda no monetaria previa (lo sentimos por Mises, por mucho que algunos se resistan), por lo que no le afectarán otras interacciones de demanda que todos los dineros previos sufrían. Es el invento del siglo.

Y, ¿cómo llega el Mercado a descubrir el Buen Dinero?

El autor nos dirá luego en los comentarios que “tal y como explica Menger, se selecciona como dinero aquel que es más vendible, es decir, áquel cuyo intercambio implica menos costes. Si el poder adquisitivo del dinero cambia mucho en el corto plazo, puede implicar pérdidas desde que lo adquieres hasta que lo transmites. Un buen dinero es áquel que supone los menos costes de intercambio posibles”

Aquí casi estamos de acuerdo. El proceso mengeriano comienza en efecto cuando los actores se dan cuenta que los costes de intercambio del bien-que-será-dinero son relativamente menores al resto de bienes dinerables, sí.

Desgraciadamente, como decíamos más arriba, el autor no ve que este proceso surgió impepinablemente gracias a la naturaleza relativamente rígida del Buen Dinero. La mecha sólo pudo prender a medida que los compradores perciben progresivamente que el Oro en su día no iba a depreciarse respecto a los demás bienes. A diferencia del resto de candidatos, donde un potencial aumento repentino de la Oferta te puede dejar desnudo, el Buen Dinero garantiza las pérdidas relativamente más bajas (léase nulas).

Pero aún queda un último punto fundamental. 

Del Mercado al Estado, y vuelta a empezar

El bueno de Menger explicó cómo surge el Buen Dinero en una sociedad no estatalizada, pero no se esperaba tener que explicar también cómo se sale del agujero en el que los Estados nos han metido. Y este es un proceso, a mi juicio, bastante diferente, mucho más complejo que envuelve varios planos de análisis.

De hecho, admito con frustración que sigo sin encontrar nada plenamente convincente sobre este camino de vuelta más allá de una difusa aplicación teoría de juegos por la cual se argumenta que el Bitcoin se impondrá tarde o temprano.

El efecto red del dólar es gigantesco y no se sabe muy bien cómo se escala ese Everest. Algunos valientes y Estados soberanos comienzan a denominar sus negocios en Bitcoin, inspirándose en (quizás malas) analogías como la adopción del Internet durante los noventa. Por lo que queda muita liga, que decía Bebeto. Tanta que quizás no lo vean mis ojos.

Al autor cree haber demostrado que el “Bitcoin es inherentemente volátil a largo y a corto plazo”. Sin embargo, en ningún lado se nos ha explicado cuál es la fuente de esa volatilidad, más allá de esa ligeramente revalorizadora a largo plazo que no incurriría en pérdidas y que no supone ningún problema teórico. 

No nos queda otra que recurrir al bueno de Böhm-Bawerk cuando rosmaba algo así como que nadie puede contra las leyes de hierro de la Economía: si el Bitcoin está cimentado en lo mejor de la Ciencia Económica (y todo parece indicar que lo está) habría que creer que tarde o temprano se impondrá.

Pero del mismo modo que las debilidades del Oro fueron eventualmente explotadas por el Estado, nadie puede plenamente descartar eventos imprevistos, evoluciones y nuevo conocimiento que acaben por cambiar una película que acaba de empezar.

En todo caso, que su oferta sea fija, no será un problema para nuestro protagonista. 

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Huelga decir que a pesar de mi esfuerzo he pecado del mismo error que el artículo original, realizando afirmaciones que luego quedarían demostrar. 

Para profundizar en el punto central de esta réplica, es decir, una teoría económica de la Deflación para poder dormir tranquilo, dejo una referencia magnífica (al tocar todos los puntos posibles) más abajo. Irónicamente, el autor no es un bitcoiner. 

฿endito problema by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.

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