Tras casi dos años de penitencia y cierta reconversión profesional, he de confesar que escribir sobre el Colegio de Europa, y aún encima para defenderlo, no era precisamente algo que tenía en mente.
Pero cuando se presenta una buena ocasión, saben en la Promoción Simone Veil 2018 que pueden contar conmigo en calidad de nota disonante, siempre (vale, de vez en cuando) dispuesto a bajar al lodazal europeo. Habemus Rectora.
Una comunista del tres al cuarto, sin experiencia académica que se le conozca, pero bien curtida en despachos de sátrapas y corruptos de todo el continente y resto del globo terráqueo. Nimiedades procedimentales a parte que si acaso han sido convenientemente retorcidas para la ocasión, no parecen impedir que la susodicha señora italiana vaya a enchufarse a un nuevo presupuesto.
En las elitistas redes europeas, surgió por momentos una cuanto menos curiosa (por falsa?) indignación. Y digo falsa, porque si bien a todos se nos dijo al principio que el sitio era la Institución de educación superior “referencia en Asuntos Europeos”, en realidad, nadie niega que el Colegio sea nada más que la Institución de propaganda promoción de la Unión Europea.
Nótese esta sutileza, tan importante como necesaria.
Hablamos de palacetes belgas financiados por la Comisión y sus Lobbies más cercanos (algo así como el 50% del coste total), junto con los ministerios de Asuntos Exteriores de los Estados Miembros (mediante un programa de becas). Así, el centro está a día de hoy consolidado como poco más que una agencia de colocación tipo École nationale d’administration que funciona increíblemente bien, a pesar de bombear cada año centenares de aspirantes a las calles bruselenses.
Uno puede entrar en Brujas con unos estudios básicos de lo público y sin mucha o ninguna experiencia personal. Pasado el filtro y tras adquirir insights de cierta calidad, el alumni podrá en poco tiempo aspirar a colocarse como “experto” en Cambio Climático, Energía, Cohesión, Pesca o Transportes. Magia negra con banda de sonora de Beethoven. Una lasaña intercultural con mucho olor a dinero (público) y poco honor a la Verdad. El arquetipo de la Academia, vaya.
Por lo que con todo el debido respeto, no me los creo.
Muy a mi pesar, el aggiornamento era cuestión de tiempo: con Federica se encarna perfectamente la filosofía imperante en el patio. Cuestión bien distinta es que algunos no les interese que se descubra la mentira, por la razón ya expuesta un poco más arriba por el señor Sinclair.
Le mie congratulazioni, signora.
Esa Rectora de la que usted me habla by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.