Garbiñe vive en Suiza

Quizá la conclusión de filosofía política más pésima que haya existido jamás sea la recurrente “bueno, pues si no te gusta, márchate a vivir a…” Suiza, Singapur, o a donde sea. Una mera invitación al exilio que representa la derrota total de un debatiente incapaz. El KO por impotencia.

Todo esto me viene a cuento de la pobre Garbiñe Muguruza, flamante ganadora de la Winbledon que ayer tuvo el gusto de quedar con el presi. Cosas de protocolo.

Mientras tanto, en la jungla tuitera un impresentable le echaba en cara vivir y pagar impuestos en Suiza. Estamos ante un buen ejemplo de la mentalidad primitiva y tribal que rige el Socialismo en materia migratoria.

Son tres réplicas que en la literatura se viene haciendo a esta envenenada idea de que “si-pero-no” puedes marcharte de tu hogar.

En primer lugar, un socialista como Fonsi Loaiza que en otro lugar te afirmaría que puedes exiliarte en realidad, como vemos, miente (este asunto es algo de lo que ya había hablado en otro lugar). En realidad, vemos que lo que defienden es que “si no te gusta, aparentemente puedes irte. Pero a la hora de la verdad, no te dejaré marchar fácilmente de la tribu y te humillaré si consigues hacerlo”.

Cuando una empresa o persona pretende huir con su dinero a otro país, Hacienda suele ir detrás de ella un tiempo. Ya sea mediante las propias leyes tributarias, los convenios de doble imposición, o presiones diplomáticas de toda índole, los Estados no dejan huir tan fácilmente a su gente. De hecho, en cuanto ven un riesgo de agujero en la recaudación (léase, fuga de capitales), lo primero que hacen es atacar de manera sistemática a los paraísos fiscales.

Ya sólo por esto, la proposición no puede considerarse sincera. Lo dicho, sencillamente mienten. De todas formas, en este caso ni se puede decir que la tenista ha huido ni que Suiza sea un “paraíso” fiscal. Simplemente la mujer vive allí, porque entrena allí. Porque lo prefiere. Cosas de ser libre.

Pero el socialista, como no me canso de repetir, odia la libertad. Aunque de cara a la galería te diga ser libre de marcharte, en los casos más extremos, además de masacrarte a impuestos y con desvergüenza animarte a irte si no te gusta el asunto, al final no dudarían en directamente cerrar las fronteras si el plan les sale mal y la presión geopolítica no sirviese para recaudar lo que quisiesen.

La historia nos ha dejado mil ejemplos, pero si acaso el alemán Walter Ulbricht representa el más triste y famoso. Todo empezó cuando se le escapó antes de tiempo eso de que “¡Nadie tiene la intención de levantar un muro!”.

Claro. Nadie podía concebir la idea de tapiar una ciudad entera con dos millones de personas en su interior, pero los propios comunistas admiten y admitían sin rubor que el principal problema de la RDA era ese: que la gente cualificada huía. De ahí el muro. De ahí la cárcel.

Ahora bien, hoy en día podemos hacer un esfuerzo y suponer situaciones más laxas, en las que el socialista contemporáneo te permita marchar del país “libremente”. Si eso fuese cierto, la postura seguiría siendo vergonzosa por al menos dos razones.

Por lo pronto, porque si aplicamos la coherencia, el socialista que dice dejarte ir debería tener que dejarte entrar. Es decir, el exilio que podría llegar a ser aceptable en la medida en que los Estados del mundo no tuviesen política migratoria y te permitieran entrar libremente en sus países.

Como decía un tal Daniel R. Carreiro en una conferencia “parece que los sirios que se agolpan en el mediterráneo esperando a entrar en Europa no se han enterado de que eran “libres” de irse”. Más claro, agua. Si no te dejan entrar en ningún lado, difícilmente eres libre de salir. 

Y, aún así, llegamos a la última y que debería ser más obvia réplica. En todo caso, el prisionero que pide el traslado de prisión sigue sin ser libre. La injusticia es siempre injusticia independientemente del sitio en el que se produzca. Lejos de huir, lo genuinamente moral sería combatirla en el terreno. Cuestión distinta es que por razones prágmáticas a veces no quede otra que huir de tu propia tierra.

Concluyendo, aquellos que piden activamente tu exilio o bien te mienten, o bien no son coherentes, o bien dejan entrever uno de los últimos resquicios fascistas que quedan en las Democracia: o te sometes al régimen, o te invito a irte. Pura violencia.

Es más, seguro que más de uno sabe a quién le gustaba mucho hacer eso de exiliar a la disidencia.

Garbiñe vive en Suiza by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.

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