Esta semana, un profesor universitario que prefiero dejar en el anonimato me felicitaba al recordar un hecho parcialmente cierto. Efectivamente, este blog acababa de cumplir un año. Claro que el señor profesor contratado doctor, parapetado desde hace décadas en su pedestal funcionarial-académico, utilizó ese maldito adjetivo (“neoliberal“) para referirse al mismo. Se me cayó el alma a los pies. He aquí viene la explicación del porqué.
Con todo el respeto del mundo, le comenté sorprendido que esos términos mejor los dejábamos para los mítines políticos y congresos de Vistaalegre, a lo que me replicó que este “no es sólo un término perfectamente académico, sino que además definía mi blog a la perfección“. Profesor de Economía el señor en cuestión, para más inri.
Así que en defensa propia hoy voy a hablar del “Neoliberalismo”, ese supuesto jinete del apocalipsis que todo lo destroza: colapso económico, pobreza, desigualdad, desastre medioambiental, pobreza, guerras en oriente medio, inmigración, la ruptura con tu novia….todo. Todo es y será culpa del neoliberalismo. Ese que al parecer aquí se defiende
¿Qué es neoliberalismo?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul ¿Qué es el neoliberalismo? ¿Y tú me lo preguntas? Neoliberalismo… eres tú – Gustavo adolfo Bécquer
Bromas a parte, esta pues es principalmente una respuesta al profesor, y por extensión a cualquier persona que le interese manejar este saturado concepto con un poco de rigor. Ya de antemano debería extrañarnos el término. ¿Neo-liberalismo? ¿qué diferencia, si es que la hay, tiene con el Liberalismo?
Comencemos. En primer lugar, diferenciaremos los dos periodos temporales que tiene el palabro, divididos aproximadamente por la dictadura de Augusto Pinochet.
“Antes de 1980, el neoliberalismo era un término extraño utilizado muy poco, y sólo por economistas. Sólo tras la dictadura del chileno, la palabra revive extrañamente como uno de términos más confusamente utilizados en muchas disciplinas de ciencias sociales, excepto en la Economía…donde desapareció”
Creo que se detectan claramente las tres ironías del término que vamos a tratar y que están implícitas en el párrafo anterior (sacado de uno de los papers que adjunto al final).
Primera ironía al canto: los economistas actuales que se precien de serlo, créanme, hace tiempo que han dejado de utilizar este término. Profundizaré en este punto después.
Por lo pronto, me gustaría empezar por otra de las ironías.
Y es que en sus orígenes, el Neoliberalismo nació como extraño concepto acuñado por una serie de señores alemanes de los 60 que querían distanciarse del liberalismo económico de toda la vida (!).
Buscaban denotar una filosofía explícitamente moderada en comparación con el liberalismo clásico que aquí se defiende. Por eso, precisamente, se hacían llamar “neo-liberales”. A este señor en particular se le debe el término.
Parece lógico ¿no? Aquellos que defendían un Estado más fuerte (pero siempre en un contexto de mercado) se vieron en la necesidad de inventarse una nueva palabra que los identificasen. En el fondo no me parece procedente profundizar aquí en cuales son las diferencias exactas que había entre unos y otros, que me temo que dejaríais de leer. Basta con entender que sí hubo un tiempo en el que la diferencia entre el Liberal y Neoliberal era útil, teniendo todo el sentido del mundo para el debate científico.
No obstante, volvamos a la primera de las ironías, que es la que realmente pervive en la actualidad. Para ello es necesario refrescar previamente un poco de Historia.
El tema surge en los años ochenta. Es en esta época cuando desde Latinoamérica se produce este cambio de uso del concepto “neoliberal”, porque es ahí donde se dan todos los ingredientes necesarios para que el Socialismo construya un nuevo relato catastrófico del Capitalismo.
Concretamente fue en Chile. Un coronel de nombre Augusto Pinochet da un golpe de estado excusándose en el desastre económico que había provocado el marxista, pero democráticamente elegido, presidente Allende. Y el asesinato-suicidio (tanto da para nosotros) del presidente susodicho convierte rápidamente a este pobre hombre en mártir mundial del Socialismo.
Algo lógico en cierto modo, porque en el cargo Pinochet se manda asesorar por una legión de economistas formados en Chicago a las órdenes de Milton Friedman, un economista situado en las antípodas del socialismo de Allende.
Como se podrá deducir, era la obra de teatro perfecta, “El CAPITAL frente al PUEBLO”, una narración marxista por excelencia.
Además, precisamente en Chicago se despiertan un día con un actor americano ganando las elecciones a base de una retórica claramente pro-mercado y muy anticomunista. Y lo mismo sucedió en el otro lado del charco, donde Tatcher utiliza la misma estrategia para intentar reflotar la anquilosada economía británica.
Cuando parecía que nada podía ir peor, cae el Muro de Berlín. La izquierda quedaba ideológicamente herida de muerte. Si originariamente el Socialismo se presentaba como alternativa a un Capitalismo que producía Pobreza, ahora se tornaba evidente que la película era bastante (muy) falsa.
La sociedad capitalista occidental parecía más pujante que nunca, por lo que la denuncia socialista se vio obligada en esta época a evolucionar, apuntando ahora a otro problema del Capitalismo sutilmente parecido pero ciertamente distinto al primigenio: la desigualdad neoliberal.
Haciendo una hábil mezcla de conceptos, el nuevo socialismo se orientó “científicamente” a criticar que unos tengan más que otros, una (extrema) desigualdad producto del…”neoliberalismo“.
Pero había un problema. La palabra neoliberalismo nunca aparecía en ninguno de los principales libros de Economía.
La palabra surgía frecuentemente como consigna política en panfletos y discursos políticos de izquierda, pero ni siquiera en los manuales más intervencionistas se empleaba el término (ni en el Samuelson, ni en el Mankiw, ni en el Krugman, ni en el Barro…etc).
Ya desde el principio, en el ambiente académico aquel que usase el término Neoliberalismo como concepto de análisis económico crítico era descartado rápidamente como económicamente analfabeto o ideológicamente sesgado, y no faltaba razón de tal actitud.
Fueron y son varios los economistas que han dedicado su tiempo a intentar re-comprender y re-definir este nuevo término desde un punto de vista económico, llegando todos ellos a la conclusión que no existe definición válida, al ser un término profundamente problemático e incoherente por tener significados múltiples y contradictorios.
Efectivamente, el neoliberalismo actual no es más que un “término fantasma” que puede significar prácticamente cualquier cosa siempre y cuando se refiera a fenómenos normativamente negativos asociados con los mercados libres. Sencillamente, oigan, es que no hay libros de economía avanzados sobre el tema, no hay profesores, cursos ni estudiantes de neoliberalismo, definiciones rigurosas ni políticas ni manifiestos electorales que prometan implementarlo. El neoliberalismo no existe más allá de las mentes de los críticos socialistas.
Y aún así, se insiste en describir el Neoliberalismo como una especie de experimento radical de política económica laissez-faire (!), que en realidad es una política de las clases dominantes por mantener su poder económico (!).
Nótese la contradicción:
O bien el neoliberalismo puede referirse a una agenda económica tecnocrática, despolitizada y pro-mercado (lo cual entonces sería liberalismo a secas), o bien puede hacer referencia a una lógica política de dominación de clase en la que tales élites económicas se oponen a la desregulación del mercado. No ambas a la vez, claro. Para quien entienda un mínimo de ciencia económica, sería como hablar de putas vírgenes.
Pero la premeditada confusión ochentera llega a la actualidad, dándose situaciones muy curiosas. Es la tercera de las ironías. Es tal el ambiente “intelectual” que aquel que le dio por analizar centenares de papers de ciencias sociales desde 1990 a 2004 se encontró que
“el neoliberalismo era definido, conceptualizado y desplegado exclusivamente por los que están en evidente oposición a él, de modo que el acto de usar la palabra tiene el doble efecto de identificarse a sí mismo como no-neoliberal, y de emitir un juicio moral negativo sobre el mismo. En consecuencia, el neoliberalismo se encuentra a menudo, incluso en sobrios tratados académicos, entre las herramientas retóricas de la caricatura y el desprecio, más que del análisis y la deliberación”.
Es más, uno de los libros más famosos sobre el neoliberalismo no contiene ninguna referencia a ningún trabajo académico contemporáneo de lo que el autor considera una teoría neoliberal. Nada de nada.
Por lo tanto, no es de extrañar que hoy en día en un mismo artículo “científico” puedas encontrar críticas a antiguas doctrinas y autores liberales relacionadas con políticas y políticos nada liberales, así como economistas en absoluto pro-mercado paradójicamente identificados como neoliberales por no ser demasiado socialistas para el autor. Para llorar.
Sin duda, todo esto es un incómodo problemilla (un muñeco de paja de manual) que se solucionaría fácilmente con un poco de honestidad intelectual. El profesor Braun se encargó de resumir magistralmente:
“Mi hipótesis es que el neoliberalismo es el liberalismo de toda la vida, o bien es cualquier disparate que los enemigos de la libertad quieran que sea…”
C’est fini.
Sin que sirva de precedente, os dejo un poco de bibliografía aclaratoria sobre el tema:
- Neoliberalism as concept. Rajesh Venugopal
- Neoliberalism. Boas & Gans-Morse
- What was new about neoliberalism. William Coleman
- In praise of Neo-liberalism. Pedro Schwartz
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