Dice Albert que ahora será el liberal del país. Lógico, visto el panorama, que el naranjito quiera cambiarse de vestido. Otra vez.
Cogiendo un poco de perspectiva, lo cierto es que en el mundo del marketing político español es la etiqueta que quedaba libre. Rajoy dejó clarito que no le gustaba ese traje en 2008, y desde aquella España quedaba huérfana de un partido que, al menos, se hiciese pasar por tal. Con la salvedad de una señora a la que desprecian en Génova, y cuyo nombre no creo tener que mencionar, el votante que sencillamente desease un poquito menos de socialistas en el poder no sabía qué hacer. Pero eso se acabó, ha llegado “el salvador”. O eso dice ahora.
Y fin de la crónica política. Ya saben que este no pretende ser un lugar de análisis de actualidad. Más bien aquí intento coger noticias y a partir de ellas extraer lo útil, lo que podría ser interesante para divulgar algo de ciencia. Pues bien, hoy quiero comenzar a dibujaros la prueba del algodón para reconocer a un liberal. Cosa sencilla.
Así pues, lo primordial es comenzar preguntándose ¿qué era el Liberalismo?
Miren.
El Liberalismo es una filosofía política espectacularmente fecunda que surgió en la Inglaterra del siglo XVII. Es un conjunto de principios que por primera vez podéis encontrar en los escritos de John Locke, David Hume, Adam Smith, Edmund Burke, Lord Acton, Bastiat, Tocqueville, Stuart Mill, Immanuel Kant o James Madison. Por decir unos cuantos.
Vale. Pero qué es el Liberalismo, Manuel. Sigues sin responder.
Pues bien, el liberalismo es un deseo y a la vez una desconfianza. Como decía uno de los que sabía del tema, el Liberalismo es “el deseo de extender y generalizar los efectos beneficiosos que habían surgido inesperadamente de las limitaciones impuestas sobre los poderes del gobierno en razón de la pura desconfianza al gobernante”.
Vamos, el liberal es una persona que desconfiaba del Poder. Es una persona que quería que el Gobierno le dejase en paz. Al liberal en el fondo poco le importaba quien gobierne, mientras gobernase poco. Liberalismo y Democracia, aunque compatibles, no son lo mismo. Al primero le incumbe la extensión del poder gubernamental; al segundo, quién detenta este poder.
(No es necesario pararme a argumentar todas las razones por las cuales un liberal quería un poder político débil. Sencillamente, para lo que aquí nos interesa, asumamos que lo quería)
Atendiendo pues a esta definición, la prueba del algodón se reduce pues a medir el Poder Político, y en consecuencia coger el ideario político de cualquier partido y analizar si propugnan una ulterior extensión o una reducción del mismo.
Claro que no es tan sencillo. Medir el Poder se parece a esa frase que te decía tu abuela ¿a quien quieres más, a mamá o papá?. Medir el Poder es como medir la Amistad: imposible directamente, tan sólo podemos estimarla cuantitativa y cualitativamente. Y observar la tendencia.
Hoy sólo veremos la primera parte, que es muy sencilla.
Cuantitativamente, la idea es observar y cuantificar la evolución del porcentaje de ingresos que el Estado te sustrae cada día, cada semana, cada mes. Eso que llamamos Impuestos.
Así, en el caso más extremo se encontraría un régimen comunista, donde no hay propiedad privada. Directamente todo es del Estado. En el otro extremo se encontraría el anarquismo de propiedad privada, una filosofía política que defiende que ni siquiera el Estado es necesario para proveer servicios de Seguridad y Justicia.
Como vemos, esta primera idea es puramente económica.
Dibujada esta línea, diremos que es liberal aquel que al menos “apunta” al anarquismo. Es decir, el liberal es una persona que acepta la existencia y legitimidad del Estado, pero siendo este mínimo, reducido a una poca serie de funciones elementales. A partir de ahí, prácticamente ningún impuesto es admisible. Esto es liberalismo.
Y si es un hecho empíricamente contrastable que tanto en términos absolutos como relativos, el tamaño del Estado no ha hecho más que aumentar en estos últimos 100 años, si es un hecho empíricamente contrastable que sólo se proponen más altos y nuevos impuestos para financiar más y nuevas actividades “públicas”, pues el algodón del liberalismo se emborrona.
…acaso han oído a Rivera criticar la subida del impuesto de sociedades. O acaso han oído a Rivera votar por adelgazar el tamaño del Estado, o rebajar o eliminar algún impuesto. No me hagan reír.
Por eso utilicé el tiempo pasado para referirme al Liberalismo. El Liberalismo, para bien o para mal, es una filosofía política extinguida del parlamento español.
Además, veremos en el próximo capítulo de esta sección que el Liberalismo es mucho más que exigir la reducción de ese porcentaje de ingresos que el Estado te confisca.
Sólo quería señalar que esta era la primera y superficial pasada del algodón. Y Rivera y sus acólitos ya no la pasan. Ni de lejos.
Vamos, que ningún teórico liberal aceptaría a un naranjito en su casa.
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