Se van actualizando los datos sobre aquel escandaloso rescate a las cajas de ahorros. Os resumiré el percal, que si no veo que no le daréis al clic: el muerto se llamaba banca pública, aún está caliente y sus familiares aún nos deben casi todo, unas 50.000 mil millones de pelas.
¿Y cuánto es eso? Depende como se mire.
Si usted es uno de esos buenos contribuyentes que se emociona en los junios con la llegada de la campaña de la renta, pues igual debería estar un poco cabreado. Que le han robado, o le han despilfarrado, mucho dinero. Qué Botín ni que leches. Rato, Blesa, Moltó, Narcís Serra and so on.
Pero pero pero. Si usted es precisamente uno de esos políticos (o tiene familia/amigos en la política, claro), debería estar muy de enhorabuena. Para vosotros todo esto es, sin duda, peccata minuta. A los hechos me remito: no esperasteis al entierro y ya estáis planeando un nuevo saqueo.
Sois una especie de gángsters modernos. Elegidos en las urnas, no devolvisteis la pasta del último y sabéis que probablemente nunca lo haréis, pero qué mas da, os sabéis impunes mientras sigáis escondidos detrás del “bien común” y el votante-contribuyente no aprenda. Por qué no funcionaría esta vez.
Así que una vez acabado el funeral, vosotros ya os pusisteis manos a la obra a diseñar el siguiente golpe. Y en estas estamos.
En este sentido, me pregunto si estos contribuyentes que apoyan la banca pública de manera tan desinteresada se han dado un golpe en la cabeza o algo así, todos juntos a la vez. Desconozco si los episodios de amnesia colectiva son posibles, pero me gustaría creer que sí. De lo contrario, no se puede ser más peligrosamente necio.
Estamos hablando de gente que te afirma que es de imperativo moral crear una banca pública chupiguay para luchar contra los Gordon Gekko españoles cuando, por lo pronto, no fue Botín and co. quienes nos arruinaron. Sabe, o deberían saber, que fueron más bien ese grupo de lo más heterogéneo de políticos y ex-políticos los que empufaron a todo quisqui.
Algo muy grande falla en esa lógica, digo eu.
Parece que muy listos no son, o quizás tan sólo están ideológicamente cegados. Que viene a ser lo mismo. Te niegan la mayor y algunos incluso te tragan con la aún más descabellada idea de que las cajas de ahorro nunca fueron públicas. Es más (léase el artículo), resulta que la banca pública funciona en otros lugares, y lo hace tan bien que son todos más ricos.
Ya no es si es cinismo o ingenuidad. En primer lugar, uno podrá argumentar que la banca pública española era menos eficiente que la alemana (tampoco lo crean), pero cargarle el muerto a otro ser imaginario es muy feo.
En segundo lugar, comprenderán que no tengo espacio para ir país por país analizando la eficiencia cada caso en concreto, pero verán cómo tampoco hace falta. Hoy podría tomarme algo de la droga que estén tomando esta gente y entrar en su mundo de fantasía, creerme por un momento estas dos falsedades de que todo es cuestión de “diseñar” una entidad pública más controlada, y aún así volver a decir lo mismo: el agujero será inevitable.
Veamos las dos pinceladas de lógica económica que impregnan este asunto.
La primera es, como diría mi admirado Sowell, “la primera lección de la economía”. La escasez: nunca hay suficiente de algo para satisfacer a todos aquellos que lo deseen (a). “…y la primera lección de la política es hacer caso omiso de la primera lección de la economía (b)”
Si aplicamos esto al sector financiero a todos nos sale la conclusión siguiente, espero: el capital es escaso y nunca es suficiente para satisfacer todos los proyectos (a). En consecuencia, si existen entidades bancarias públicas, inevitablemente la vamos a liar. Razones a continuación.
Si eres un banquero público (de Murcia, de Milán o de Buenos Aires) por definición, te dedicas a prestar un capital que fue sacado por la fuerza a los contribuyentes. Ergo ese capital escaso se estará desviando hacia aquellas personas que el banquero público considere oportuno. Evidentemente, el contribuyente, ya de primeras, pierde poder adquisitivo y se está modificando la estructura productiva.
Pero esta interferencia es una pequeñez más de corte moral que económica, común a todo tipo de intervencionismo. El verdadero daño no es otro que un caso particular del ya explicado aquí y aquí.
A saber, precisamente porque no arriesgan su dinero, sino el tuyo, con ese capital escaso se tenderán a conceder préstamos a proyectos de menor o dudosa rentabilidad que ningún banquero profesional concedería, a tipos de interés artificialmente más bajos de los que correspondería (es decir, regalan en mayor o en menor medida el dinero).
Sin los incentivos y la disciplina del mercado, la ruina del banco público será fue, tarde o temprano, más que probable. En todo caso, el daño a la economía como menor creación de riqueza es indudable mientras que este tipo de banco exista.
Por lo que descansa en paz y no revivas, querida banca pública. Tanta paz te lleves como descanso dejas.
Las exequias de la banca pública by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.