John Maynard Keynes

Debemos 3 riñones por persona y nadie se inmuta, pero antes de seguir descubriendo la teoría económica de la Deuda, me parece fundamental hacer un stop para pararnos a recordar, dónde, cuándo, cómo y por qué surgió todo este delirio. Sobre todo, quién tiene la culpa. Un tal John.

Pongámonos en situación. Años 30: la vieja europa está sufriendo mayor depresión jamás conocida. Desde América, unos desplomes bursátiles en Wall Street habían desencadenado brutales corridas bancarias, cierres en cadena de empresas y desempleo crónico. La economía estadounidense contagia inevitablemente a su hermana europea y el caos se hace total.

Sin entrar en cuales fueron las verdaderas causas de la gran Depresión, creo que es fácil comprender y justificar la situación de la gente de la calle. ¿el capitalismo era esto? Estaban desesperados. Así, en la profunda desesperación, por primera vez en la Historia cala entre la población la idea de que alguien (los políticos) tiene que hacer algo. Como sea.

Esos alguien se llamaron, entre otros, Franklin Delano Roosvelt y Adolf Hitler, y ese algo era intervenir, regular, endeudarse.

No obstante, faltaba el soporte intelectual que legitimase científicamente todo este percal. Faltaba una teoría económica que legitimase que los sabios políticos domasen la economía capitalista, porque si bien se dijo que el libre mercado era malo y salvaje, no podía serlo tanto. No tanto como la única alternativa que nos parecía quedar, ese marxismo aplicado que peligrosamente amenazaba con penetrar en las democracias occidentales desde Moscú.

Es así como Keynes entra en escena, ese señor con el que cerraba el anterior post sobre Deuda. Si te da pereza volver al post anterior, allí había explicado dos ideas elementales:

Las deudas que no se pagan destruyen riqueza (directamente es un robo), y aquellas que se pagan pero fueron destinadas al consumo corriente no la crean

Pero a Keynes esta idea tan elemental no le gustaba, y señores, John Maynard Keynes no era un cualquiera. Primero veamos en dos líneas quien era este hombre, y luego explicaré a qué me refiero.

Estamos ante una de las cabezas más brillantes del ya decadente Imperio Británico, un hombre que se había educado en el ambiente intelectual más exquisito de Reino Unido, la mismísima Universidad de Cambridge.

Este británico iba para matemático de primer nivel (y de hecho su verdadera aportación está en ese campo) pero le debió saber a poco. Quiso ser alguien polifacético, y lo cierto es que tuvo una vida apasionante. Id a wikipedia para más detalles. Uno tiene que resumir.

Sobre todo, fue un imponente orador político, un hombre carismático que no ocultaba el gancho que tenía ante el público. Créanme, problemas de autoestima no tuvo. Su poca humildad intelectual se refleja en todos sus escritos y declaraciones…fue el narcisista de la época.

Y economista, claro. En 1936 publica el libro que lo llevó a la fama. En “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” el británico presenta casi de la nada toda una teoría económica (supuestamente) nueva que nos sacaría de la Gran Depresión a base de gasto público. Justo lo que los políticos de todo el mundo necesitaban oír. Moriría diez años más tarde, entre alabanzas de todos los dirigentes políticos habidos y por haber…como era de esperar.

Podría dar por finalizada ya esta brevísima biografía, pero me faltaría por contar algo que tristemente fue muy importante de su vida, algo muy relevante para entender su pseudoeconomía. Keynes era homosexual, condición que no casaba en absoluto con la rígida moral victoriana que aún imperaba en Inglaterra (aunque vale, Eduardo ya estaba reinando). Si los estrictos códigos de conducta de su tiempo ya no iban a encajar con un intelectual de su talla y carácter, siendo homosexual, menos aún. Aunque se las apañó bien, todo hay que decirlo. Otros acababan en la cárcel.

A efectos económicos (que, no nos olvidemos, es lo que interesa aquí. El morbo para otro lado), es importante señalar que si por algo se caracterizaba la moral victoriana era por basarse en los principios de trabajo duro y ahorro perpetuo. Como si fuésemos a vivir mil años. Unos oportunos principios que científicamente convirtieron a Inglaterra en la primera potencia económica mundial. En claro contraste, la frase más famosa de la teoría económica de Keynes sería toda una declaración de intenciones:

 “Al largo plazo, todos muertos”

Fue el Carpe Diem hecho “ciencia”, su particular declaración de guerra a la sociedad británica. Mediante unas horrorosas ecuaciones y gráficas sin sentido económico, el matemático disfrazó un cúmulo de despropósitos que no se sostenían al menor análisis. Un 2+2=5.

En términos científicos, un tal Hayek terminó de refutar el sistema keynesiano en pocos meses, pero dio igual. Esto nunca había sido una cuestión de Ciencia, si no de Política. Poder. Ergo ya podéis imaginar porqué Keynes sigue siendo el referente en la mayor parte de facultades de Economía (públicas) del mundo.

Frente al duro ahorro privado victoriano, vino el alegre gasto público keynesiano. La ignorancia atrevida de un hombre fascinante, junto con sus propias motivaciones personales (yo personalmente le perdono esta parte) produjo todo lo que los gobiernos del mundo necesitaban oír…un gravísimo error teórico.

Del hombre equivocado, en el momento equivocado.

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