Uno de mis economistas favoritos por su claridad, un tal Sowell, solía contar en sus clases que estaba dispuesto a pagar 200$ a aquel que encontrase una cita amable de Adam Smith en relación a los empresarios. Por muy paradójico que a bote pronto pueda sonar esto, Sowell explicaba que el escocés quería trazar la obvia diferencia entre empresarialidad y empresario: que la conducta empresarial resulte socialmente beneficiosa es algo muy distinto a afirmar que el empresario fuese un santo varón. Más bien al contrario, el primero entre los liberales mostró en repetidas ocasiones su general antipatía hacia los susodichos.