Cuenta el chiste que en una película norteamericana, el guionista había propuesto en un primer momento que el hombre blanco matase al hombre negro. Sin embargo, el productor entendió que la escena podría verse como una muestra del racismo más recalcitrante, al perpetuar esa lógica opresora imperante en nuestra sociedad por la cual el hombre negro tendría que ser asesinado sólo por eso, por ser el negro. Por lo que se propuso un sutil cambio: sería el hombre negro el que matase al blanco. Tampoco valió. Y es que vino el director, muy agudo él, afirmando que sin duda esa podría ser también una escena racista. Él temía que el hombre negro pudiese ser visto como un violento por naturaleza. Claro, como es negro. La conclusión parecía clara. Mejor no debería haber ninguna persona negra en la película, no vaya a ser. Entonces llegó el día del estreno y saltó igualmente la polémica que tanto buscaron evitar. ¡No había negros en la película! Qué poco representativo (“inclusivo”) de la sociedad.