En España se respira estos días un ambiente proto-fascista bastante extraño, en el que un considerable porcentaje de la población, arrastrada por la frustración, se ve legitimada para salir a las calles a intimidar a los representantes del votante medio. Pero haciéndose identificar de izquierdas, la gravedad del asunto se minimiza, o directamente se justifica.
En este sentido, hace unos días que uno de mis periodistas favoritos comentaba en twitter que el Socialismo hizo siempre todo mal, menos la propaganda. Y quizás el mayor éxito de la propaganda socialista lo representa precisamente el frecuentemente comportarse como fascistas y desmarcarse a la vez del Fascismo. Una genialidad del marketing político.
Socialismo puro y Fascismo son hijos del mismo bastardo. Con sus pequeñas o no tan pequeñas diferencias, el corpus esencial de ambas ideologías es tan compartida que es perfectamente legítimo meter a ambas en el mismo saco del desprecio. Hoy me limitaré a señalar algunos apuntes históricos que se podrían recordar cuando el moderno militante de la izquierda verdadera hable del fascismo bajo un halo de distancia ideológica.
Para empezar, debería resultar curioso que Mussolini fuese líder y uno de los principales teóricos del Partido Socialista Italiano. Kautsky, uno de esos teóricos marxistas, decía de este que “no es más que la caricatura de Lenin”. El perroflauta del s.XX.
Fragmentos de textos mussolianos hay para dar y regalar. Sus primeros años de vida política son apasionantes. “El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como económico” creo que puede ser un buen resumen de toda su doctrina, esencialmente socialista. Nada que no suscriba un Rufián.
Por otro lado, desde Alemania, la palabra “nazi” se comenzaba a utilizar como abreviatura de “der Nationalsozialistische Deutsche Arbeiters Partei”, que significa Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes.
Y es que Hitler era otro amante de lo público, lo social (“volk”), odiaba el capitalismo, despreciaba el “liberalismo inglés” y el mercado. El dudoso logro de su Alemania nazi fue la introducción sistemática de los controles de precios y salarios, medida novedosa aplaudida por casi todos los economistas de la época: “Nosotros somos socialistas, somos enemigos del sistema económico capitalista actual porque explota al que es débil desde el punto de vista económico, con sus salarios desiguales, con su evaluación indecente de un ser humano según tenga riqueza o no la tenga, en vez de evaluar la responsabilidad y la actuación de la persona, y estamos decididos a destruir este sistema capitalista en todos sus aspectos” es uno de las célebres fragmentos de sus discursos que se suelen poner como resumen de su doctrina económica. Más claro agua.
En la misma línea, el franquismo de las dos primeras décadas era profundamente socialista. Todos los llamados derechos sociales tienen su origen en la dictadura, desde la Seguridad Social, las primeras pensiones, pasando por leyes de salud laboral etc. Escuchemos a Arrese.
Sin embargo, ¿cómo es posible que la interpretación económica marxista del fascismo como “agente del capital” sigue imperando en la opinión pública?
La confusión viene del hecho de que, un gobierno fascista, la propiedad privada de los medios de producción existe, pero solo nominalmente. La sustancia real de la propiedad de los medios de producción reside en el gobierno, pues es el gobierno, y no los propietarios privados, el que ejerce todos los poderes sustantivos de propiedad: él, no los propietarios privados, decidía que se iba a producir, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se iba a distribuir, así como los precios que se cobrarían y los salarios que se pagarían y qué dividendos u otras rentas se permitiría percibir a los propietarios privados nominales.
Fascistas y las demás variantes del socialismo son una amalgama de enemigos de la Libertad: la propiedad privada, el comercio, los contratos voluntarios y el mercado. Pero mientras que la izquierda moderna (dejemos del lado el comunismo) persiste como “algo distinto”, el fascismo es tachado como lo peor de la política. En demasiados sentidos son lo mismo.
Esta sólo fue la primera inyección de una nueva categoría del blog. El Fascismo.
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