Todo parece indicar que el nieto de Eladia, aquel que en su día se iba en barquito con un (¿posterior?) narcotraficante, volverá a Montepío. Cuatro añitos más para “o señor Feijoo”, quien en las urnas acaba de volver a encontrar la gloria bendita.
A mí no me miren. Fueron ustedes, los demócratas convencidos, quienes pusieron las reglas. Y quienes juegan, claro.
Saben, hoy intentaré exponer porqué es científicamente normal que salga de presidente un trilero profesional como albertiño. Si en esta religión posmoderna la herejía más grande no consiste en hacer trampas, sino en cuestionar el juego, no es de extrañar que no salga elegido un dirigente honesto y competente. Diría más. Desde mi infidelidad a la causa, pero frecuente estudioso de estos asuntos, igual deberían agradecer al Padre Monstesquieu que la Democracia nos haya librado de otros peores.
Porque al fin y al cabo la Democracia es un sistema que tiende a poner en el Poder a lo más mediocre de la sociedad. Como lo oyen. Este será el punto de hoy. Comencemos.
La Democracia, por definición, tiene como rasgo fundamental la libre entrada al sufragio pasivo. Vamos, que todos quieren y se ven con derecho a gobernar. Profesores, filósofos, empresarios, fontaneros, burócratas, activistas, estudiantes, parados, etc se ven asombrosamente legitimados para gobernar un país. Na miña terra, teníamos en esta ocasión a un burócrata, a un juez y a un par de politólogas en la línea de salida. Bueno, en este sentido puedo haber sido peor.
El caso es que todos ellos entraron en juego para competir por los votos de sus súbditos ciudadanos. Y ese es el problema.
El problema de esta genialidad de sistema es que la competencia es algo muy serio, pero no necesariamente bueno. La competencia es uno de los procesos sociales más poderosos que existen, porque incentiva a que los individuos o colectivos se esfuercen al máximo por conseguir un objetivo comúnmente ansiado, cualquiera que este sea.
¿qué quiero decir con esto? Piensen, por ejemplo, en el tenebroso negocio de torturar y matar. En este caso, parece claro que la competencia incentiva a realizar algo intrínsecamente malo. La competencia hará que entre todos los potenciales sicarios, sólo los mejores asesinos tenderán a quedarse con “la cuota” de mercado.
Ya ven por donde voy. La cuestión que no se suele plantear es, ¿qué tipo de “competencia” es la democracia? ¿una competencia buena o una mala?
Miren. Bajo condiciones democráticas, los políticos compiten ofreciendo cosas que no son suyas: desde un nuevo hospital a un parque acuático (?), el candidato tenderá a prometer lo que haga falta para llegar al Poder. El deseo por la propiedad de otra persona, aunque inmoral y antisocial, es sistemáticamente reforzado por la competencia electoral. Todos quieren algo de alguien.
La competencia derivada de elecciones democráticas saca a relucir lo peor de las personas, pero es que además es económicamente un desastre.
Véase que si yo le robo a usted su dinero, aunque se lo dé luego a otra persona, eso no deja de ser un robo. Pero si lo hago como aspirante a gobernador de un territorio, entonces le llamamos política fiscal.
¿Habrá que recordar otra vez que en este mundo sólo hay dos formas mutuamente excluyentes de obtener riqueza? Una es la producción e intercambio, llamada comúnmente “medios económicos”. La otra es el método del robo de los bienes o servicios de otros por medio de la fuerza y la violencia. Son los “medios políticos” de los que estoy hablando.
Economía elemental, estos “medios políticos” desvían la producción hacia un individuo o grupo de no-productores; y esta desviación no sólo ataca al número original de productores, sino que también reducirá el incentivo que estos tienen para producir más y mejor. Cuanta más política haya, peor para todos. Pobreza.
En definitiva, la esencia de la Política democrática se basa en algo muy peligroso. Todos pueden codiciar abiertamente la propiedad de otras personas en nombre del pueblo; y todos pueden actuar bajo este deseo por la propiedad de otros, siempre y cuando logren entrar en el gobierno.
En un sistema democrático maduro y puro en este sentido es casi imposible que un buen candidato gane. La competencia política expulsa a los candidatos más responsables. Sólo aquellos que sean capaces de tejer hábilmente su red de influencias y favores llegan a la cumbre. Sólo aquellos con eficiencia probada como demagogos, mentirosos, charlatanes serán finalmente escogidos.
Ya saben, en este sentido puede que Feijóo sea el mejor, el mejor en muchas cosas. La mayoría de ellas malas…y me morderé la lengua.
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