Siguiendo con mi particular lectura de cartilla al gabinete saliente, el ministro de Asuntos Exteriores (en funciones) nos acaba de decir que lo que realmente le preocupa, por encima de todo, es la unidad de España.
Sacándose la careta, el muy (…) reconoció ayer que, para él, nada sería comparable a la ruptura de su querida patria. Fue claro. Ni el bienestar de sus ciudadanos ni la seguridad de sus vidas le parecen asuntos de importancia en comparación. Cuestiones claramente secundarias para quien ha de defender la “raison d’etat“.
Declaración repugnante a más no poder. Y no, no creo estar pasándome de duro. Aunque bueno, viéndolo desde otro ángulo quizás deberíamos hacerle un monumento al hombre este. Entre todos. A la honestidad política. A la desvergüenza. Porque raras veces ya un gobernante se atreve a dejarlo tan claro, tan obvio.
José Manuel García-Margallo nos está enseñando bien claro la lección nº1 de la Ciencia Política, y no le estamos haciendo el suficiente caso: “soy político, lo que me importa, en prímerísimo lugar, es mi bienestar, no el vuestro”. Cuesta entenderla.
Concretando, he de recordar que en otro lugar ya había comenzado a tratar este tema en particular. La Nación no es real. No existe tal “interés de España”.
Todas y cada una de las naciones son malditas ficciones inventadas para legitimar a ciertos grupos de personas concretas (los gobernantes) a extraer recursos a los súbditos de un determinado territorio.
De ahí que a Margallo le preocupe tanto “el interés de España”, algo que, despojado de toda retórica política, no es más que su propio interés personal. El interés del político “español” de que que no vengan otros a quitarles sus tierras y sus súbditos. En su escala de prioridades, le importaría menos que nos quedemos sin trabajo, o le afectaría poco que unos fanáticos nos pongan bombas, porque lo primero es lo primero: su poder.
Más claro agua. Gracias, Margallo. Es la idea de que “todo se supera, toda desgracia es soportable, todo menos que nosotros perdamos el Poder. Eso sería irreversible”. Porque, ya saben, la muerte de una persona debe de ser reversible.
Es el Maquiavelismo puro y no lo queremos entender.
Hago ahora un paréntesis para comentar otro apunte de teoría política que es interesante explicar. Y es que tampoco es casualidad que fuese el ministro de asuntos exteriores quien dijese esta mezquindad. La razón es bastante simple.
El Estado necesita estabilidad territorial (una frontera estable), por lo que lo primero que un ente que busca separarse de un Estado debe asegurarse es que sea reconocido por sus vecinos internacionales. Este punto es importante y se está viendo muy bien en Europa con el caso escocés y el catalán. Es decir, gracias a la esfera internacional los Estados aparecen como organizaciones legitimadas, por lo que, Margallo, que tonto no es, amenaza con lo que puede: el no reconocimiento internacional. Al fin y al cabo, a ningún político europeo (en especial, Italia o Francia) le interesará reconocer una secesión vecina.
Cerrando el paréntesis, vemos cómo el problema original de todo esto de los nacionalismos comienza, claro está, cuando alguien consiguió inventarse y difundir con éxito la idea de una nueva Nación. Un tema interesantísimo.
Por mi parte, en coherencia con lo anteriormente mencionado, alguien podrá señalar muy acertadamente que la práctica totalidad de los movimientos secesionistas tienen tintes nacionalistas, por lo que mi postura es una pescadilla que se muerde la cola: ni puedo abogar por la unidad del país, ni tampoco ser separatista.
No obstante, siendo consciente de ello, apoyar un movimiento secesionista que, por definición, creará un Estado más pequeño, es razón más que suficiente para apoyar estratégicamente cualquier nacionalismo regional, por muy liberticida que (también) sea.
En primer lugar, porque cuanto más pequeña sea la colectividad, necesariamente menos inventada será: un coruñés como el que aquí escribe tiene más en común con un lucense que con un murciano.
En segundo lugar, si lo que importa es el bienestar de las personas y no de los políticos, la ciencia económica y política te afirma que, pensando a largo plazo, cuando más pequeño sea el Estado, más bienestar para todos.
Pero todo eso será materia otro post. Si España se fragmenta algún día, pues que se fragmente. Para nosotros, los súbditos, hay cosas más importantes (¡cualquier cosa!).
Llegaría con que nunca olvidemos a Carlin. Háganme el favor.
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