Dice Garzón que el comunismo se ha puesto de moda. Así, empezando fuerte. Tuve que leer varias veces la susodicha, porque me parecía francamente difícil perpetrar una barbaridad de semejante índole en tan pocas palabras. Alberto bien sabe (o debería saber) que el comunismo genuino nunca llamó a las urnas. Llamaba a la Revolución.
Si el comunismo efectivamente se hubiese puesto de moda, las calles estarían tomadas por organizaciones paramilitares y las esquinas servirían de improvisados paredones de fusilamiento. Los comités del Pueblo estarían expropiando propiedades y planificando la producción, mientras que yo y probablamente alguno más estaríamos huyendo del país.
Por alguna razón, Alberto quiere hacernos olvidar que los bolcheviques no tomaron el Palacio de Invierno con banderitas, ni Mao sometió a China ganando en las urnas. De hecho, como decía este último, “el comunismo es un martillo con el que aplastar al enemigo”. Ni rastro de elecciones.
En algunos casos aislados la Democracia se consideró, y no sin disputas internas, como un medio temporal para tomar el Poder y destruir el Estado burgués (el concepto original de socialdemocracia viene de ahí). Pero nada más.
Lo pondré más claro. Por mucho que se empeñe, el Comunismo es incompatible con la Democracia. Si hoy en día te dices comunista y te quieres presentar de candidato, hay algo que no has leído. O algo quieres ocultar. El voto, ese “formalismo burgués” (Trotski) no es algo que encaje en la ideología comunista cojas el autor que cojas, pero no seré yo quien le impida que se baje los pantalones. No haré más leña de árbol caído, que uno prefiere a un nuevo Carrillo eurocomunista contando papeletas e ilustrándonos sobre la “versatilidad del marxismo” a un Carrillo de los de antes, contando muertos.
Pero es entonces rigurosamente falso que el comunismo ideológico esté de moda. La rama comunista del Socialismo según su formulación clásica, basado en la nacionalización violenta de los medios de producción, distribución e intercambio, ya no está ni se le espera.
No obstante, pervive la estética y las ansias de Poder. Los hijos intelectuales de los verdaderos y últimos comunistas siguen con el puño en alto, manejando la retórica como nadie para denunciar la “explotación”, la defensa de la “clase obrera”, los “mercados salvajes” y demás tópicos carentes de significado científico. Se hacen llamar marxistas, pero por fortuna, ya no lo son.
Llegado el momento, son grouchomarxistas. Estos eran mis principios; si no le gustan, tengo otros. Eso es lo único que realmente está de moda a lo largo y ancho del espectro político. El grouchomarxismo.
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