Parece haber un claro consenso entre los economistas de profesión sobre los efectos que la incertidumbre política produce en la Economía de un país democrático como el que es España. Se nos intenta advertir sobre los supuestos costes económicos derivados de estar sin un gobierno estable. El argumento es harto conocido. Pagaremos caro nuestra anarquía. Pero yo, un humilde servidor al que le gustan los razonamientos, no lo tengo tan claro ¿alguien quiere apostar?
Por lo pronto, acaban de salir del horno una ración de datos macro que cuestiona a tanto experto. La Economía creció un poco más de lo previsto y la evolución del paro, en términos desestacionalizados, es positiva. Datos en mano, la incertidumbre política no parece estar haciendo mella en la actividad económica del país.
O quizás sí, porque quienes siguen este blog saben que no me gustan las siempre engañosas estadísticas. Con los mismos datos (y algún que otro más) en mano, alguien hábil podría perfectamente replicar que la incertidumbre política es efectivamente perniciosa, pero que la economía española arrastra una dinámica positiva que está compensando este efecto.
Por lo que pasemos ya a ver un poco de la Teoría, que es la que única que verdaderamente nos puede explicar el mundo en el que vivimos. Una buena base teórica, lo repetiré hasta la saciedad, es la luz que nos orienta entre tantos números, permitiéndonos prevenirnos de los vendehumos que nos intentan convencer con sus gráficos de que la tierra es plana y las vacas vuelan.
Hablando de vendehumos. De la Teoría Política extraigo la primera idea preliminar a tratar hoy aquí.
Buchanan y otros nos enseñaron que los políticos son personas de carne y hueso, como tú y como yo, y como tales, defenderán a muerte su trabajo, aún cuando este sea de lo más inútil e innecesario. Lógicamente, argumenta Buchanan, serían estúpidos si no lo hicieran (a los politólogos les gusta hablar de conductas “irracionales” en vez de estúpidas).
Bien interpretada, en el fondo esta apreciación preliminar aún no nos soluciona mucho nuestra cuestión. La teoría política nos puede decir que debemos ser prudentes ante las adulaciones del político que se hace ver indispensable, pero incluso si no lo fuésemos podría seguir siendo cierto que el trabajo político es ciertamente indispensable para el devenir de la economía de un país.
Desconfiando, por tanto, la cuestión sigue siendo saber en qué consiste el trabajo del político, y cual es el efecto que esto tiene en la Economía. Para plantear este asunto, es primeramente necesario marcar, aunque sea superficialmente, la diferencia terminológica entre Estado y Gobierno: diremos aquí que el gobierno son una personas organizadas (la clase gobernante) que manejan el Estado, siendo este nada más que el aparato burocrático a su servicio (funcionarios).
Así pues, en principio podría pensarse que la idea de que el Gobierno y su Estado son fundamentales para que la Economía funcione es algo propio de los socialistas. Esto sin embargo no es así: la errónea idea de que la Economía es como un coche que necesita ser dirigido (por lo que si no tenemos conductor vamos directos al desastre), es algo que tienen en común todos los políticos.
La diferencia radicará en el grado o en la clase de intervencionismo, pero todos están plenamente de acuerdo, desde Rajoy hasta Iglesias, pasando por Pedro y Albert, que la Economía tiene que ser controlada, en mayor o en menor medida. Por ellos.
Es como aquella famosa frase de Carlos I: ”mi primo Francisco y yo estamos de acuerdo en una cosa, ambos queremos Milán”. Qué bellas ironías deja a veces la política.
El advenimiento de la los estados democráticos supuso que, al fin, el Poder Político estuviera en manos del pueblo, y se da la paradoja de que en estos Estados democráticos, por ocasiones, no consigue formarse Gobierno.
Algo que antaño era extremadamente raro, porque si comprendemos que el Estado (en un sentido amplio) es una organización en la sociedad que intenta mantener un monopolio sobre el uso de la fuerza y la violencia en una determinada área territorial; en particular, el Estado es la única organización que obtiene sus ingresos, no a través de contribuciones voluntarias o el pago por servicios prestados, sino a través de la coerción, podemos entender que el Estado es un juguete muy tentador para dejar sin amo.
Tanto es así (otra paradoja de la Política) que en los modernos Estados democráticos la evolución histórica ha consolidado administraciones públicas sólidas, estables y relativamente independientes del poder político, que han sobrevivido a los cambios de gobierno hasta hoy mismo.
En este sentido, por este “lado público” decir que estar sin Gobierno es malo para la Economía ya empieza a no tener demasiado sentido. La Policía, los jueces, los médicos, y el resto de funcionarios en general, siguen trabajando. El sector público actual tiene todo un corpus legislativo vigente y estable a su disposición que permite su funcionamiento autónomo ¿acaso los juzgados, los hospitales o las escuelas se han parado?
A algunos locos como yo el Estado español representa en torno al 40% del PIB (depende de la metodología) nos puede parecer un disparate, mientras que otros les sabrá a poco. Pero para este análisis lo importante es darse cuenta que el aparato continua funcionando. Es decir, no se está entrando a valorar cual es el impacto que estas actividades tienen en la Economía: basta con apreciar que el estar sin Gobierno no implica cambio alguno. De hecho, lo que en todo caso implica es estabilidad para todos.
Porque por el otro lado, el importantísimo sector privado del que chupan las arcas públicas tampoco se paraliza. Y es aquí donde se crea riqueza.
Es realmente absurdo ¿acaso las empresas han cerrado? Basta con salir a la calle y contemplar cómo el resto de los mortales seguimos yendo a trabajar. Las personas, tanto trabajadores como empresarios, tenemos la mala costumbre de querer comer todos los días. España no se va a paralizar ante la ausencia del Poder Ejecutivo.
No obstante, volviendo al principio, algunos economistas argumentan (des)interesadamente que la incertidumbre política merma las potenciales inversiones que los empresarios planean para generar riqueza. Es más, afirman que las políticas públicas generan siempre riqueza. Pero ninguna de estas dos cosas tienen mucho sentido.
Se está cometiendo la famosa falacia de Nirvana.
En sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes, “nirvana” es el estado resultante de la liberación de los deseos. La falacia del Nirvana consiste en cometer el error lógico de comparar cosas reales con cosas irreales o alternativas idealizadas.
Así, los políticos y sus economistas de cabecera nos quieren convencer de que la acción política es de per se buena, haciendo así comparaciones tramposas entre un futuro idealizado protagonizado por sus acertadas inversiones públicas y políticas fiscales frente al desgobierno actual.
En otras palabras, se intenta dar por supuesto que el Gobierno siempre es beneficioso, cuando en realidad pocas veces lo es. En la realidad, el Gobierno te vende unicornios mientras que actúa como un matón torpe.
Uno de esos empresarios inversores puede perfectamente considerar que el gobierno de Podemos sería mucho más perjudicial para la Economía que el mero hecho de estar sin gobierno, mientras que por la misma razón otro puede pensar lo mismo de un hipotético gobierno de Rajoy o Pedro Sánchez. Decir que el desgobierno es mala cosa es muy dudoso: para la gente que quiere levantar el país, estar meses sin gobierno les supone indudablemente un respiro por el sólo hecho de tener la certeza de estabilidad de la que hablábamos antes.
Entrando someramente a valorar un poco el tema, si alguno de los candidatos propusiera algo así como una bajada de impuestos, simplificación burocrática o cosas así por el estilo, entonces sí que no habría tal falacia de Nirvana. Mientras tanto, los gobiernos actúan más bien como losas que frenan la actividad económica.
Es más, por el lado de las políticas públicas, el desgobierno implica que los políticos no puedan meter sus manazas en el pastel. No más aeropuertos de Castellón, no más ciudades de la cultura, no más subvenciones absurdas, no más corrupción. Cinismo o no, esto no es ninguna broma. Hace poco que en Bélgica descubrieron que esta era la mejor manera de luchar contra la corrupción. Ah, y por supuesto, contra el paro.
Así pues, en Inglaterra ya empiezan a cuestionarse si verdaderamente nos hace falta Gobierno. Unos años de desgobierno es lo mejor que nos puede pasar. Creceríamos como nunca. Pero ya bajo de la nube, que uno desgraciadamente sabe que es cuestión de tiempo que se forme el Ejecutivo. Al fin y al cabo, los políticos no pueden permitirse estar mucho tiempo así…
…no vaya a ser que la gente de a pie comience a pensar que efectivamente no son necesarios.
Otro día sin Gobierno, o la falacia del Nirvana by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.