Estábamos preguntándonos otra vez cómo es posible que unos chicos nacidos y criados en Europa se inmolen, cuando me descubre el gran Miguel Anxo-Murado la parte metafórica de este último atentado terrorista. La estación de metro de Maelbeek, uno de los lugares del suceso, se encuentra justo debajo de la Rue de la Loi (calle de la Ley).
Quizás, a efectos de analizar este auténtico follón, no sea tanta la metáfora. Se insinúa que el barrio belga de Molenbeek (uno de los más pobres de la capital y centro de operaciones de los últimos ataques) lleva mucho tiempo siendo un distrito sin ley. También nos llegan noticias similares desde Francia. Les suena la historia, dicen.
Personalmente, creo que no hace falta ser francés para que esto me suene, y eso que vivo en una esquina del mundo. Tenemos ejemplos parecidos y, como diría Julio Iglesias, lo sabes. Estamos ante el fracaso de lo que a nivel científico algunos sociólogos llaman comunicación intercultural, capacidad intercultural y cosas por el estilo.
Hablando en cristiano, excepto para la clase política que vive en su burbuja, esto quiere decir que a la gente de a pie nos resulta inaceptable que en muchos sitios de Europa se hallan desarrollado auténticos guettos.
Por lo que a mi respecta, me gustaría comentar los dos gravísimos errores que creo se han cometido en las últimas décadas.
El primero, ignorar que todos los humanos tenemos sesgos racistas-tribales, en el sentido que todos buscamos adherirnos a lo que nos es familiar y tendemos a rechazar lo extraño. Es más, las personas sólo somos tales (desarrollamos nuestra personalidad) en nuestros círculos conocidos, en nuestra comunidad.
Esto es lógico, va incorporado en nuestra evolución (“moral tribal” lo llama alguno) y no debe interpretarse como algo malo per se. Cuestión de supervivencia.
Así, cuando llega un árabe, un chino o un peruano, el instinto primitivo puede ser de rechazo. Lógico. Como también es lógico que, del mismo modo, los inmigrantes conformen su propias comunidades.
Teniendo esta noción sociológica clara que explica la existencia de chinatown, little italy o molenbeek en la actualidad, o los barrios judíos en la Edad Media (por poner algunos ejemplos) lo necio es pretender que esto no fuese a pasar.
Así pues, sin extenderme más en este punto (ríos de tinta se han escrito sobre el tema), en otras épocas lo siguiente quizás sería preguntarnos si es posible evitar la inmigración. No en esta.
Es lo que hay. Allá donde haya capitalismo, los inherentes flujos comerciales y migratorios hacen que la inmigración sea más dinámica que nunca, por lo que la cuestión realista es preguntarnos cómo construir lo que algunos han llamado “la tercera cultura”, de forma que podamos todos convivir medianamente como queramos, sin matarnos unos a otros Estaría bien.
He aquí el segundo y más grave error. El político.
Con la conveniencia de la clase política, los medios de comunicación llevan décadas ignorando miles de delitos y crímenes de todo tipo cuando fueron cometidos por personas de otro origen cultural, movidos por unos cálculos electorales que les empiezan a salir mal. En este sentido, creo que el auge de la xenofobia se puede interpretar en mayor parte como una reacción más que legítima de quien se ve amenazado, en el fondo no por todos los inmigrantes, sino por sus propios políticos y sus arriesgados juegos de palacio.
Por un puñado de votos, son capaces de regalar tu dinero al inmigrante, mientras tildan de racista a todo aquel que se atreva a denunciar delitos cometidos por algunos extranjeros.
Así, no creo que los verdaderos traidores aquí sean “los marroquíes” ni los hijos de estos. Probablemente tenga más en común con el chaval que vende kebabs en la esquina que con mi abuelo. A mi juicio la causa del mal es la clase política y sus repugnantes maniobras.
Siempre podemos mirar hacia otro lado cada vez que un inmigrante recibe un trato privilegiado, como ellos pretenden. Pero, entonces, deberíamos ir acostumbrándonos a las masacres mientras que nuestra civilización se desintegra. Lentamente.
La ley en tiempos de terror by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.