Imaginen que se le acerca alguien en una discoteca. Chico o chica, lo que gusten. Te comienza a hablar sonriente y tras media hora de charloteo larga, concluyes que aquí va a haber tema. La cosa va demasiado bien para pensar lo contrario. Es más, dejas al resto y te centras en él/ella. Parece la mejor oferta de la noche. Vaya, te propone irte a su casa, y tú aceptas convencido del inminente triunfo…pero justo antes de comenzar la faena, la persona en cuestión te dice “tú sabes que soy transexual”. La historia es real y no os contaré el final. Le pasó a un gran amigo mío y, en su defensa, decir que ninguno de los presentes lo habíamos sospechado. Yo, cuando me enteré, con mi peculiar (léase pésimo) humor, le comenté con sorna que le acababan de hacer un “Mariano Rajoy”. Porque fue de cuando subió el IVA después de dar a entender ambiguamente que no lo tocaba, que él era liberal. Pero a la hora de la verdad bien que “lo tocó”, y dejaré la broma ahí.
Toda esta anécdota que he de admitir está un poco forzada (pero es real, lo juro) viene a tenor de esa banda que tachan de “neoliberal” pero que en su momento te subió el IVA. Ironías de la política, mientras esta organización corrupta está en funciones (déjelos estar), la opo “socialista” te propone una bajada de impuestos. ¿este también miente?
No del todo, porque la propuesta de bajada resulta que no sería generalizada. Tan sólo iría destinada a cierto sector privilegiado: el veterinario. ¿adivinan a qué se dedica el diputado en cuestión?
Miren, esto de subir o bajar impuestos es la prueba del algodón. Vean lo sencillo que es: si usted sube impuestos, es rojo. Y si usted los baja, es liberal, a no ser claro que se los bajes sólo a quien te interesa, entonces eres socialista… e hipócrita (impuestos sí, pero para otros) Fácil, ¿no?
En lo relativo a este impuesto en particular, hoy veremos todo lo que hay que saber de los impuestos sobre las ventas generales (otro día continuaré el análisis con los impuestos especiales), que no es mucho pero muy importante. Y si no quieren seguir leyendo, dejémoslo en que la subida del IVA es siempre un disparate.
Lo primero que tenemos que saber del IVA es que, a contrario de lo que la Economía “moderna” suele afirmar, no puede trasladarse del vendedor al comprador o al consumidor final. Tal y como Joan Capdevila nos relataba, una subida del IVA es exclusivamente una p***** para su negocio y para él como empresario.
A la mayoría de la gente, no obstante, no les parece tan obvio esto. Se suele decir que el negocio de Joan sencillamente añadirá el incremento del tipo a su precio de venta y fin del problema. Joan sirve simplemente como agencia recaudadora gratuita del gobierno. Pero esto es una barbaridad.
Piensen que si los negocios fueran capaces de repercutir los incrementos en los impuestos a los consumidores en forma de precios más altos, ya los hubieran subido sin esperar al estímulo de dicho incremento. Es decir, si Joan pudiese subir los precios, ya lo habría hecho antes (!).
El error es en cierto modo lógico, porque cuando recibimos el ticket de compra, vemos claramente cuánto “hemos” pagado de IVA, haciéndonos pensar que el precio del producto es ese que se pone en el ticket cuando descontamos el IVA.
Pero el único precio relevante a efectos económicos es el final, la suma de ambas cantidades: ante un aumento del precio, el consumidor, o comprará igualmente o comprará menos cantidad o dejará directamente de comprar.
Parece claro que si no compra, o en la medida en que compre menos cantidad, no soporta nada, más allá de esa demanda potencial que tenía el consumidor y queda sin satisfacer por culpa del impuesto.
¿pero qué sucede con los que siguen comprando igualmente a un precio mayor? Aquí los economistas matemáticos cometen un error grave, al pensar que el consumidor “paga una parte del impuesto”.
El análisis gráfico no explica eso. Tan sólo estamos ante un precio libre más alto. Cada consumidor siempre quiere pagar menos, pero no se sabe hasta dónde está dispuesto a pagar. Lo que sí está claro es que en la medida en que pague más, dejará de comprar otros productos a otros empresarios. ¡por lo que serán esos empresarios los que sufran el impuesto!
Por ello, en el improbable caso de que todos sigan voluntariamente comprando exactamente la misma cantidad al nuevo y más alto precio, eso solamente significa que la subida del precio por culpa del IVA provoca como mínimo una pérdida del ingreso bruto de las empresas de cuantía equivalente al importe del impuesto. De no haberlo, repetimos, sería de esperar que la empresa hubiese subido el precio hasta ahí.
Digo como mínimo. Al fin y al cabo, como en mayor o en menor medida las ventas totales tenderán a disminuir por el aumento del precio, el impacto será mayor.
En todo caso la clínica veterinaria siempre dará menos beneficios de los que debería dar en condiciones de libre mercado, por lo que los salarios de los empleados, el alquiler del local, la compra de material, los medicamentos etc. se tendrán que reducir siempre.
En definitiva, cuánto se reducen las ventas (y los ingresos) dependerá del humor del consumidor ante el nuevo precio. Pero incluso si no descienden, el empresario es el que sufre el impacto del impuesto.
Así, el impuesto general sobre las ventas es otro impuesto a las rentas, aunque bastante caótico, pues no hay forma de hacer uniforme su impacto en las clases afectadas. Dependerá de la estructura de costes de cada empresa.
En todo caso, es curioso que los economistas “de derechas” suelan defender la fiscalidad general sobre ventas, como opuesta a la fiscalidad sobre rentas, basándose en que la primera grava el consumo, pero no los ahorros, mientras que en el otro barrio, los economistas “de izquierdas” se opongan a la fiscalidad sobre las ventas por la misma razón. Ambos se equivocan: el impuesto sobre ventas es siempre un impuesto sobre rentas, aunque de incidencia más incierta.
Además, siempre faltaría por analizar las consecuencias de lo que el Gobierno hará con el dinero que recauda. Pues, en pocas palabras, estropearlo aún más: da igual en lo que gaste el dinero el gobierno, porque por definición su actuación desviará los factores de producción del sector de la veterinaria a esos sectores específicos que le interese a los gobernantes.
Así, en el largo plazo la caída en ventas de la clínica será más que proporcional al incremento del tipo, porque los factores de producción necesarios se encarecerán por su escape desde la industria gravada a las industrias promovidas por los burócratas. En definitiva, el IVA destroza la actividad económica. Un incremento este que puede hacer que comercios quizás hasta tengan que cerrar, como el del señor este en cuestión.
Pero lo que Joan Capdevila no reconocerá es que este fenómeno no es sólo aplicable para los veterinarios o para esos hipócritas intelectuales de “la Cultura” que aprovechan su eco mediático para que les bajen su IVA. Esto afecta a todos. “Al pueblo”.
Otro que es de izquierdas respecto al bolsillo ajeno, pero que el suyo que no se lo toquen. Otro…más.
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