Garzón nunca defrauda

Cuando Eduardo Garzón sale en antena mi optimismo se desborda. Pienso que si un personaje como este es capaz de salir en prime-time dando lecciones (?) de Economía, sería de esperar que el día de mañana me acepten en Harvard.

Pero lo cierto es que ni Eduardo nos enseña nada de esta preciosa ciencia, ni a mí me cogerán el teléfono los de Massachusetts.

Lo que nos ayuda a comprender los fenómenos económicos es la lógica más elemental, esa de la que hablaba un poco la semana pasada, esa que le falta a Eduardo Garzón en cantidades industriales. Nada nuevo bajo el sol, dirán. Rallo ya se encargó de ponerlo en su sitio, dirán. Bueno, supongo que sí.

El caso es que a nuestro sujeto le dijeron una vez, en clase de Contabilidad supongo, que los ingresos son iguales a los gastos. Y no volvió a pasar por clase. El Gobierno debe gastar y gastar, y otros ingresarán e ingresarán. El equilibrio contable lo resolverá todo, nos dice.

El charlatán de moda cometió la falacia de los agregados, un razonamiento tan absurdo que debería chirriar en la cabeza de cualquier mente sana. Veamos dónde está el error con un ejemplo es un clásico.

Digamos que hay un señor de nombre Eduardo (el nombre es una casualidad) que desearía tener un dinerillo adicional para comprarse una biblioteca entera de libros marxistas y keynesianos. Para obtenerlo, decide solicitar un préstamo. Para qué trabajar más duro pudiendo pedir prestado. Es un lince. Lo consigue, así que se gasta ese dinero en libros de Marx, Keynes y demás iluminados, dejando una promesa contractual pendiente de devolver el préstamo en un momento posterior. Ya pagará más adelante, dice.

Por el otro lado está Luisa. Esos fondos que Eduardo usó evidentemente los obtuvo de una prestamista, en este caso una guapa mujer que se los presta a cambio de un pagaré que documenta la deuda de Eduardo, o sea, la promesa de Eduardo de pagar en un momento futuro.

El Balance de Luisa sería el siguiente. En el momento del contrato, se reduce su “Efectivo” y aumenta dicho valor en “documentos a cobrar”; ambas partidas quedan en la columna del activo. Así, vemos como en el caso de Luisa, la transacción no ha producido ningún cambio en su riqueza neta.

Supongamos ahora que Eduardo se liga a Luisa. Luisa es una de esas mujeres que no tienen muchas luces. La chica siempre pensó que los charlatanes tenían un toque sexy, y Eduardo la cautiva con sus supuestos conocimientos de Economía. Es más, el figura le dice que si se casan, el nuevo balance familiar registraría su obligación de de pagar su deuda y los documentos a cobrar de Luisa, aparentemente compensándose entre sí. ¡Las deudas desaparecerían! ¡Magia contable! Luisa ve todo ventajas y queda convencida. Se casan.

Eduardo es un genio, y todos nosotros somos todos tontos. O no. Esto es realmente tan obvio que me duele tener que escribirlo.

Si pudiésemos tener un balance familiar que podría haber existido si Eduardo no hubiese llevado a cabo el gasto extraordinario que lo obligó a contraer la deuda, la riqueza neta de la nueva pareja no hubiese disminuido en ese monto equivalente al de dicha deuda.

No es la pareja la que ha contraído la deuda; el que lo ha hecho es Eduardo, y Eduardo tiene aún que pagarle a Luisa. Es decir, no es la familia la que ha disfrutado de un consumo extraordinario, sino Eduardo. En realidad, Luisa ha financiado un gasto del ahora su marido.

La falacia lógica de los agregados aparece cuando la “comunidad”, en forma de gobierno que actúa por todos los ciudadanos, asume el rol de Eduardo en nuestro ejemplo. Se agregan y agregan balances pero, si no se descomponen los agregados macroeconómicos, la Economía quedaría reducida a esos ridículos tres segundos del directo en los que nuestro genio escribió en su pizarra: ingresos = gastos.

Pero precisamente son esas extraordinariamente complejas micro relaciones a lo que nos referimos realmente cuando hablamos de “Economía”. Claro que siempre se cumple la identidad “Ingresos = Gastos”. Pero esa tautología no nos está informando ni de la cuantía ni de su composición.

No es lo mismo 100=100 que 20=20. No es lo mismo gastar un millón en patitos de goma, que gastar un millón de gasto en cavar una nueva mina de cobre.

El Garzón-gobierno, actuando en nombre de toda la “comunidad”, incurre en gastos que exceden con mucho sus medios y al hacerlo, contrae una deuda. El hecho de que los prestadores, las Luisas, sean también miembros de la comunidad, carece totalmente de pertinencia para poder afirmar que el resultado agregado sea inocuo. En absoluto lo será. La igualdad contable es cierto que nunca deja de cumplirse, pero el país será más pobre.

Lo dicho, para llorar.

Garzón nunca defrauda by Manuel Fraga is licensed under a Creative Commons Attribution 4.0 International License.

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